The Cookie Fairy (
alcesverdes) wrote2013-02-10 07:25 pm
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[Megamente] Sin título
Gen - G-Rated
680 palabras
Megamente, Servil, el alcaide.
Ficlet culpa de Kiri y de Lau.
El niño de la piel azul y la enorme cabeza, o "Hey, Tú", como lo llamaba el colectivo de sus padres adoptivos en la prisión, tenía ya a su tierna edad un plan de vida plantado en el corazón: vencer al niño de cabello perfecto y sonrisa brillante de la schcuela. Pero ¿cómo lograrlo? Pensando en ello pasaba largas noches en vela, acompañado sólo por la luz furtiva de su chupete, y su compañero pez en su pecera redonda.
Una de esta noches, el niño había trazado y tachado tres esquemas diferentes con sus crayolas en su cuaderno de trabajo. Ninguno lo satisfacía. No era que no fueran ideas geniales. ¡Claro que lo eran! Incluso desde un punto de vista meramente objetivo. Sólo que no eran aplicables a las circunstancias. Mordió su chupete con fuerza y cerró los ojos mientras se daba golpecitos con la punta de la crayola en la sien. Algo. Algo tenía que venir.
Justo en ese momento, una pequeña figura envuelta en sombras libró la seguridad de la prisión. Se deslizó en silencio por el patio de ejercicio pegada a la pared. Sus pasos ligeros, insonoros. Ni siquiera él sabía si buscaba una presa o algo con qué divertirse. Pero esto no lo preocupaba. Lo averiguaría llegado el momento, como siempre.
Llamó su atención la luz del chupete del niño de la piel azul. Este sacudía su enorme cabeza negando otra idea genial pero que no iba al caso, haciendo que la luz, concentrada en un puntito en el techo, se moviera de un lado para otro. El depredador perfecto, hipnotizado, se acercó despacio, se agazapó y brincó hacia la ventana de la celda del niño. Pudo entrar por los barrotes sin dificultad. Sin perder el tiempo, tomó impulso y extendió una de sus garras delanteras para atrapar el punto de luz.
-¡Señor! ¡Un gato!-gritó el pez desde su pecera. La empujó con su cabeza tratando de alejarla, pero lo único que consiguió con el movimiento fue llamar la atención del intruso, quien se olvidó por el momento de la luz del chupete.
-¡Servil!-exclamó el pequeño. Se levantó de un salto abandonando su proyecto dispuesto a ayudar a su amigo.
La pecera rodaba por toda la celda perseguido por el gato, y el gato era perseguido por el niño de la piel azul en una pequeña pero escandalosa procesión, generando mucho más ruido del que podía pasar desapercibido a esa hora de la noche en un lugar como aquel. El gato no estaba dispuesto a dejarse atrapar, pero tampoco a abandonar su presa.
Justo en el momento en que las manos del niño de piel azul lograron sujetar la esquiva cola del gato y este se giraba para clavarle las uñas en donde pudiera alcanzar, y el pez atorara su pecera en una esquina particularmente baja del camastro, hizo su aparición el alcaide.
No era difícil darse cuenta de lo que pasaba al ver el cuadro vivo en que habían quedado los participantes de la escena al encender la luz del pasillo. El alcaide sólo se frotó la cara y le pidió a uno de los guardias que se llevara el gato a un refugio de animales. También, mientras el niño de la piel azul desatoraba a su amigo, ordenó que pusieran una malla cubriendo los barrotes. No fuera a pasar algo así de nuevo, lo cual le ganó una sonrisita de agradecimiento de parte tanto del pez como del pequeño. Más tarde, este último pasaría años negando que pasó.
-Esto no habría pasado si tuvieras brazos y piernas, Servil -murmuró el pequeño una vez que se hubo restablecido el orden y apagado la luz.
-¡Pero soy un pez!-exclamó este, dando vueltas en su pecera, agitando las aletas para demostrar su punto.
-Sí, pero deberías ser capaz de defenderte y maniobrar mejor cuando lo necesites -siguió el niño, el ceño fruncido. De pronto, su rostro azul se iluminó y brincó a abrir su libreta. Esta nueva idea, la mejor que había tenido jamás, mataría dos pájaros de un tiro.
Definitivamente se merecía el título de genio.
680 palabras
Megamente, Servil, el alcaide.
Ficlet culpa de Kiri y de Lau.
El niño de la piel azul y la enorme cabeza, o "Hey, Tú", como lo llamaba el colectivo de sus padres adoptivos en la prisión, tenía ya a su tierna edad un plan de vida plantado en el corazón: vencer al niño de cabello perfecto y sonrisa brillante de la schcuela. Pero ¿cómo lograrlo? Pensando en ello pasaba largas noches en vela, acompañado sólo por la luz furtiva de su chupete, y su compañero pez en su pecera redonda.
Una de esta noches, el niño había trazado y tachado tres esquemas diferentes con sus crayolas en su cuaderno de trabajo. Ninguno lo satisfacía. No era que no fueran ideas geniales. ¡Claro que lo eran! Incluso desde un punto de vista meramente objetivo. Sólo que no eran aplicables a las circunstancias. Mordió su chupete con fuerza y cerró los ojos mientras se daba golpecitos con la punta de la crayola en la sien. Algo. Algo tenía que venir.
Justo en ese momento, una pequeña figura envuelta en sombras libró la seguridad de la prisión. Se deslizó en silencio por el patio de ejercicio pegada a la pared. Sus pasos ligeros, insonoros. Ni siquiera él sabía si buscaba una presa o algo con qué divertirse. Pero esto no lo preocupaba. Lo averiguaría llegado el momento, como siempre.
Llamó su atención la luz del chupete del niño de la piel azul. Este sacudía su enorme cabeza negando otra idea genial pero que no iba al caso, haciendo que la luz, concentrada en un puntito en el techo, se moviera de un lado para otro. El depredador perfecto, hipnotizado, se acercó despacio, se agazapó y brincó hacia la ventana de la celda del niño. Pudo entrar por los barrotes sin dificultad. Sin perder el tiempo, tomó impulso y extendió una de sus garras delanteras para atrapar el punto de luz.
-¡Señor! ¡Un gato!-gritó el pez desde su pecera. La empujó con su cabeza tratando de alejarla, pero lo único que consiguió con el movimiento fue llamar la atención del intruso, quien se olvidó por el momento de la luz del chupete.
-¡Servil!-exclamó el pequeño. Se levantó de un salto abandonando su proyecto dispuesto a ayudar a su amigo.
La pecera rodaba por toda la celda perseguido por el gato, y el gato era perseguido por el niño de la piel azul en una pequeña pero escandalosa procesión, generando mucho más ruido del que podía pasar desapercibido a esa hora de la noche en un lugar como aquel. El gato no estaba dispuesto a dejarse atrapar, pero tampoco a abandonar su presa.
Justo en el momento en que las manos del niño de piel azul lograron sujetar la esquiva cola del gato y este se giraba para clavarle las uñas en donde pudiera alcanzar, y el pez atorara su pecera en una esquina particularmente baja del camastro, hizo su aparición el alcaide.
No era difícil darse cuenta de lo que pasaba al ver el cuadro vivo en que habían quedado los participantes de la escena al encender la luz del pasillo. El alcaide sólo se frotó la cara y le pidió a uno de los guardias que se llevara el gato a un refugio de animales. También, mientras el niño de la piel azul desatoraba a su amigo, ordenó que pusieran una malla cubriendo los barrotes. No fuera a pasar algo así de nuevo, lo cual le ganó una sonrisita de agradecimiento de parte tanto del pez como del pequeño. Más tarde, este último pasaría años negando que pasó.
-Esto no habría pasado si tuvieras brazos y piernas, Servil -murmuró el pequeño una vez que se hubo restablecido el orden y apagado la luz.
-¡Pero soy un pez!-exclamó este, dando vueltas en su pecera, agitando las aletas para demostrar su punto.
-Sí, pero deberías ser capaz de defenderte y maniobrar mejor cuando lo necesites -siguió el niño, el ceño fruncido. De pronto, su rostro azul se iluminó y brincó a abrir su libreta. Esta nueva idea, la mejor que había tenido jamás, mataría dos pájaros de un tiro.
Definitivamente se merecía el título de genio.
no subject
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Best part? es lo primero que logro escribir en todo el año, ILU |DDDD
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