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Pertenencia mutua II
Título: Pertenencia mutua II
Fandom: Hellsing
Advertencias: AlucardxIntegra
Palabras: 1338 no califica para an_drabble ;_;
Personajes: Alucard, Integra, menciones de Walter.
Resumen: Por qué Alucard es tan devoto a Hellsing y a Integra.
Rating: PG
Notas de Autor: Este universo me está gustando o.oU Igual que el manga, así que el capítulo va a dedicado al fansub Divine Punishment.
Pertenencia mutua I
Pertenencia mutua II
Integra se presentaría por primera vez ante los Caballeros de la Mesa Redonda al día siguiente. La conmoción causada por la muerte de su padre apenas se desvanecía, y la causada por la traición de su tío comenzaba a hacerse palpable mientras yacía en su cama, con los ojos abiertos fijos en el cielo raso. En su conciencia se filtró la idea de que había matado a un ser humano. Defensa propia ya no era suficiente para contener las marejadas de culpa. Integra Hellsing, líder de una de las organizaciones más poderosas y secretas del mundo, a los trece años se sentía terriblemente culpable. Miserable. Asesina. Sola.
Asesina.
Desde que tenía memoria, su padre la instruyó para defender a Inglaterra, a los humanos, de los vampiros. ¿Y qué fue lo que hizo? Permitir que un vampiro la protegiera mientras derramaba su propia sangre.
Integra se sentó en la cama y se apretó las sienes con las manos. "¡Traición! ¡Vengaba traición!" se repitió a sí misma mientras apretaba los párpados para prohibir la salida a las lágrimas. "Padre hubiera hecho lo mismo: los traidores no merecen un lugar en Hellsing," susurró Integra repitiendo las palabras de Walter.
"Y si usted misma no se hubiera encargado de él, lo habría hecho yo," aseguró el mayordomo hincado frente a ella el día de su regreso. Walter sin duda lamentaba no haber estado ahí para protegerla, pero se alegraba de que Integra hubiera encontrado a Alucard. "Alucard siempre le será fiel," dijo Walter con una sonrisa. Y sin embargo su semblante era muy serio.
Alucard... extraño aliado. Nadie sospecharía que una agencia especializada en erradicar vampiros tuviera uno bajo su mando; era tan ilógico que funcionaba perfectamente como 'as bajo la manga'. Además, no era cualquier vampiro, era El Vampiro. Integra no podía terminar de creer que Alucard era prisionero sólo gracias a los sellos que le mostró Walter. Debía haber otra razón, algo más poderoso que garantizaba que no se volvería contra Hellsing.
Integra se deslizó hasta el borde de su cama y se puso los lentes. Miró el reloj; era poco menos de la medianoche. La jovencita suspiró. Walter la había enviado a dormir a las diez (el mayordomo sería su tutor mientras ella fuese menor de edad y declaró con firmeza que organizaría ese tipo de detalles en su vida hasta que ella misma lo hiciera razonablemente o fuese legalmente mayor) para que al día siguiente se enfrentara a los Caballeros con la cabeza despejada, pero los fantasmas en su mente habían espantado el sueño. Integra se levantó, se puso una bata y salió al balcón. El viento frío acarició su rostro e hizo danzar su cabello. Apoyó las manos en la baranda y paseó su mirada por los terrenos de la mansión. Los guardias de las torretas del muro cambiaban de turno. Integra vio a los que se retiraban a descansar como siluetas gesticulantes: conversaban, sin duda; reían quizás. Se sintió aún más sola.
"¿No puede dormir, señorita Hellsing?" escuchó detrás de ella. Sintiendo vergüenza por haber sido encontrada en un momento tan vulnerable, Integra se tensó y se dio la media vuelta para enfrentar a Alucard.
"¿Qué haces en mi balcón?" reclamó con todo el aplomo que pudo, en gran parte sólo aparente.
Alucard hizo una reverencia. "Velar por usted es parte de mis deberes," respondió.
Integra observó al vampiro con atención; Alucard había cambiado la camisa de fuerza negra del calabozo por un traje rojo pasado de moda. Usaba, además, un sombrero de ala ancha y lentes con cristales rojos. Sin embargo, lo que más llamó la atención de la jovencita fue que su cabello ya no era blanco, sino negro. Integra reprimió un escalofrío; Alucard se veía más humano que antes, al punto que podría pasar por uno sin el mayor problema. Integra nunca se había sentido más consciente de lo importante que era la Organización Hellsing que en ese momento. Inconscientemente, alargó una mano y la posó sobre la baranda, como buscando protección. Alucard pareció no notarlo y se volvió hacia el jardín.
"Debería dormir, señorita Hellsing," dijo. "Mañana será un día ajetreado."
"No... no me siento con ganas," respondió ella.
Alucard esbozó una media sonrisa, con lo que uno de sus colmillos quedó visible. "Bien," dijo. "Los amos siempre deben hacer lo que sus ganas les dicten."
Integra se esforzó por apartar los ojos del elegante perfil del vampiro y mirar hacia el exterior, hacia las estrellas opacadas por la potencia de los reflectores de vigilancia. Ambos, humana y vampiro, niña y adulto, ama y sirviente, permanecieron quietos en silencio por varios minutos.
De pronto, Integra preguntó "¿Por qué?"
Alucard giró su cabeza hacia ella, pero no respondió. Seguramente esperaba que Integra clarificara su pregunta.
La chica inspiró hondo. Era una Hellsing, y no podía dar marcha atrás a lo ya comenzado. "¿Por qué sirves a la familia Hellsing, la familia que acabó con tu poderío? Tú, Drá..."
"Shh..." Alucard la silenció colocando un dedo enguantado sobre sus labios. "Mi nombre es Alucard y soy su sirviente, y por ahora nada más."
Integra se quedó quieta hasta que Alucard quitó la mano de su boca, cosa que hizo con un movimiento muy suave que pareció casi una caricia. Durante ese segundo eternizado, Integra creyó ver en el rostro de Alucard un cierto tinte de nostalgia que la desconcertó. De alguna manera, Integra sintió que esta nostalgia se entrelazaba con la respuesta que buscaba.
"En cuanto al resto, lo responderé... algún día, cuando usted crezca," respondió el vampiro en un tono burlón que rompió el tren de pensamientos de Integra y la enfureció. Mas, antes que ella pudiera reclamar, Alucard insistió en que debía dormir. "No deje que los Caballeros le quiten el sueño," añadió. "Descanse tranquila pensando que mañana me ocultaré en su sombra y haré rodar las cabezas de todos los que se atrevan a despreciarla." La sonrisa del vampiro era terrible; hablaba en serio, muy en serio.
Integra tragó saliva y se obligó a no retroceder. "No será necesario," dijo.
"No, pero es posible," replicó Alucard, su lengua jugueteando con sus colmillos. "Una palabra suya, ama, y aquel que la insulte será mi cena."
La jovencita entrecerró los ojos. "Ya te dije que no será necesario, Alucard."
Alucard inclinó la cabeza. La sonrisa no había abandonado su rostro.
"Si te prohíbo matar," comenzó Integra asaltada por una duda repentina, "¿de qué vas a alimentarte?"
"Actualmente hay instituciones muy útiles llamadas bancos de sangre," respondió Alucard y se relamió los labios. "Walter ha hecho un retiro adecuadamente grande. Está fría y no es divertido, pero servirá."
Fue el turno de Integra de asentir.
El aire sopló más frío que antes. Alucard no se inmutó, pero Integra cerró la parte superior de su bata y se estremeció. Tal vez fuera buena idea regresar a su habitación, pero no quería estar sola; por ridículo que pareciera, la figura junto a ella la confortaba, aunque fuera un vampiro, por el simple hecho de estar ahí y proporcionarle una voz diferente a la suya.
Poco a poco, el cansancio se apoderó de la jovencita. Volteó hacia Alucard.
Ridículo, se repitió.
Al día siguiente, su vida daría todo un giro, como si los anteriores no hubieran sido suficientes; demasiados cambios en demasiado poco tiempo.
¡Ridículo, ridículo!
Al día siguiente debería oficialmente dejar de comportarse como una niña. Esta noche sería la última en la que podría darse ese lujo.
¡Ridículo! ¡Estúpida! ¿Por qué no llamar a Walter?
Porque Walter es humano y necesita descansar.
"Alucard," comenzó antes de poder evitarlo, "voy a dormir ahora. ¿Podrías...? ¿Te quedarías... cerca?"
El vampiro sonrió de nuevo mostrando sus colmillos. "Tan cerca como usted lo desée."
Sin que mediara una palabra más, Integra entró a su habitación y cerró la puerta. Se quitó la bata y se acostó de nuevo, apoyándose en un costado. La silueta de Alucard era visible frente a la puerta, a través de las cortinas.
Ridículo...
Sin embargo, Integra ya no tuvo problemas para dormir esa noche.