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The Cookie Fairy ([personal profile] alcesverdes) wrote2004-07-04 07:18 pm

Castigos y Fantasmas

Disclaimer: Los personajes que reconozcan de esto pertenecen a la señora Rowling.
Título: Capítulo 49 de 'Memorias...'
Rating: PG-13
Notas: Por favor, tengan en cuenta que todo es por el bien de la trama o.oUUUU



Capítulo 49 - Castigos y Fantasmas



¿Qué iba a pasar ahora?

La verdad era que nada había sucedido durante la noche. Sólo un par de sustos, pero nada grave. Lo grave estaba a punto de suceder, tan pronto Remus despertara y recordara lo sucedido durante la noche.
Harry estaba bien, sano y salvo, sin ningún rasguño, justo como antes.
Pero la situación no era en lo más mínimo como antes.

Así que la pregunta persistía: ¿qué iba a pasar ahora?

Sirius esperaba poder calmar a Remus del ataque de ansiedad y culpa que sin duda sufriría, y conseguirlo antes que Harry despertara. El niño se había dormido preguntando por él, sin saber que había pasado la noche acurrucado entre sus patas.

El amanecer estaba a punto de llegar; pronto se llevaría a cabo la transformación de vuelta, de lobo a humano. Sirius dejó el sillón en el que había velado a su inusual familia y, con mucho cuidado, alargó la mano para colocarla sobre las orejas del animal. Este se había despertado tan pronto como escuchó que el humano se levantó, pero no se movió puesto que no representaba ninguna amenaza para el cachorro bajo su cuidado.

-Ven-Sirius empujó la nuca del lobo suavemente, pero la criatura sólo lo miró por un momento, movió la cola y bajó la cabeza de nuevo, acercando la nariz al vientre del niño, quien se movió un poco en su sueño y apretó más fuerte el mechón de pelo que tenía sujeto.

-Moony, ven.

¿Qué no entiendes?, le preguntó el lobo al humano con los ojos. Si me voy, quién sabe qué cosas podrían pasarle; los cachorros son todo un imán para atraer problemas, así que tengo que estar cerca para protegerlo. Siempre. El animal lamió el rostro dormido como sello de esta silenciosa promesa.

-Moony, no puedes quedarte aquí. Si Harry se despierta cuando te estás transformando...

Algo dentro de Moony le dijo que debía irse, pero no quería dejar a su cachorro ahí, solo. Dejó escapar un gemido muy suave y movió la cola de nuevo.

-Moony, no me obligues a tomar medidas drásticas.

La voz en la cabeza de Moony se hizo más fuerte, más insistente, imposible de ignorar. El tiempo pasaba y tenía que irse. Debía irse. Pero no quería. Su cachorro lo necesitaba. Entonces, la voz le dijo que si se quedaba, pasaría algo horrible que lastimaría al cachorro, y le aseguró que no estarían alejados por mucho tiempo, que pronto lo vería de nuevo. Reticente, el lobo cedió. Con mucho cuidado, para no despertar al pequeño, se incorporó sobre sus cuatro patas, bajó de la cama y miró al humano amigo con el rabillo del ojo.

-Eso es, Moony. Me alegra ver que tienes el suficiente sentido como para darte cuenta que tengo razón.

Sirius guió a Moony a una habitación contigua. El lobo se detenía y volteaba hacia atrás a cada paso; el animago temía que se arrepintiera y regresara, pero no sucedió. La voz en la cabeza de la criatura la había convencido que dejar al cachorro era lo mejor.





Severus pasó la noche entera con la mirada fija en la misma página, sin leerla nunca. Frente a su sillón, Molly Weasley seguramente se entregaba al remordimiento, a sentirse culpable por lo que pasó. Snape también se sentía un poco culpable, aunque su parte consciente se obligaba a recordar que los Potter siempre tuvieron fascinación por meterse de cabeza en problemas; que uno tuviera cuatro años no quería decir que debía ser diferente. Lo que era de llamar la atención en todo el asunto eran los fuertes instintos maternales de la loba. Nadie nunca había reportado nada similar en el estudio del Wolfsbane. Pero, claro, nadie en su sano juicio dejaría intencionalmente a un niño cerca de un hombre lobo, poción o no. Aunque declarar que Black o Potter estaban en su sano juicio pondría en problemas a cualquier experto en salud mental. Sobre todo a Black.

¿Cómo se tomará todo esto Lupin cuando despierte?, se preguntó el profesor de pociones. Seguramente será todo un espectáculo. Sin embargo, el profesor de pociones tenía el suficiente sentido para darse cuenta que dicho espectáculo debía llevarse a cabo a puertas cerradas, sin testigos.

Sus ojos dejaron el libro por un instante y pasearon por toda la habitación. Sobre el antepecho de la chimenea estaba la kneazel, acurrucada y ronroneante, mirándolo fijamente. Ese animal los había guiado directo a Potter, desafiando todo instinto de supervivencia al llevarlos a él y a la bruja tan cerca del hombre lobo. ¿También sentiría instintos maternales hacia el mocoso?

La gata bajó de un salto y se acercó lentamente al sillón. Se detuvo frente a sus pies, ronroneando. Al darse cuenta que el humano no realizaba ningún gesto de agresión, brincó a su regazo, justo sobre el ignorado libro. Lentamente, tras un breve momento de vacilación, Snape acercó su mano a la cabeza del animal y le rascó una oreja.





Sirius observó el proceso que convertiría de nuevo a Moony en un ser humano. La transformación causaba dolor, menos que el inverso, según decía Remus, pero de todas formas era digno de tomarse en cuenta. Lo único que el animago podía hacer era esperar que todo terminara pronto. Como siempre, Sirius sintió que el corazón se le encogía al escuchar esos aullidos que gradualmente se convertían en gritos humanos.

El animal se retorció mientras su cráneo, su hocico y sus dientes se achicaban, su cadera adoptaba posición horizontal, sus dedos se alargaban y adelgazaban, el pelo desaparecía, dejando al descubierto la pálida piel...

Finalmente todo terminó y sobre la alfombra quedó el cuerpo tembloroso y cubierto de sudor de Remus Lupin. Sirius se acercó a él y lo cargó hasta depositarlo suavemente sobre la cama, donde lo arropó con mucho cuidado. Se sentó a su lado y le pasó lentamente una mano por el rostro, mientras trataba de prepararse para lo que no tardaría en venir.

-Demonios, Moony-murmuró-¿Por qué si tú eres tan bueno para esto es tan difícil meter algo de sentido en esa cabeza tuya tan dura?

Pasaron cinco minutos antes que Remus abriera los ojos. Estaba exhausto. Parpadeó por unos segundos antes de enfocar la vista en el rostro de Sirius, dejando escapar un profundo suspiro al reconocerlo, y se relajó en las almohadas por un instante, hasta que recordó lo sucedido hacía pocas horas. Abrió los ojos de golpe y se incorporó con rapidez, o al menos lo intentó; Sirius ya estaba esperando esa reacción y lo retuvo con facilidad, gracias a lo débil que estaba.

-Está bien-dijo el animago, respondiendo a la mirada llena de pánico-. Harry está bien. No tiene un solo rasguño.

Pero fue como si Remus no comprendiera sus palabras. Hizo ademán de querer levantarse nuevamente, pero el animago se mantuvo firme.

-Remus, cuando Harry despierte lo traeré para que tú mismo te des cuenta, pero antes necesitas calmarte.

Remus suspiró de nuevo.

-Sirius, no puedes...-tragó saliva-. No puedes comprender...

-¿No puedo comprender como te sientes? Quizá no del todo, pero lo intento, créeme-Sirius acercó su rostro al de Remus-. Desearía poder entender lo suficiente, pero ahora lo único que puedo hacer es asegurarte que el niño está bien y pedirte que descanses. Ay-gimió después de un par de segundos, cerrando los ojos y meneando la cabeza-, yo no sirvo para esto.

-No, no. Lo estás haciendo muy bien-Remus sonrió, un poco a su pesar.

-¿Ves? Tan mal lo estoy haciendo que tú eres quien terminó consolándome cuando yo tenía que consolarte a ti.

Remus levantó una mano y la colocó en la mejilla de Sirius. El animago se relajó; el método había sido completamente heterodoxo, por no decir improvisado, pero consiguió su propósito.

-Bien, Padfoot. Me quedaré aquí descansando.

-Yo iré con Harry y lo traeré tan pronto como despierte.

-Antes que lo traigas, ¿me harías un favor, Padfoot?

-Sólo dilo.

-¿Podrías traerme algo de ropa?





-¡Qué nochecita!

-Y que lo digas.

-La verdad, fue lo más emocionante que me ha pasado.

-Pues guárdala bien en tu memoria; no pretendo que suceda de nuevo nunca más.

-Te diría aguafiestas, pero la ocasión no lo amerita.

-Gracias. Ahora, si me disculpas, intento descansar.






Harry abrió los ojos y se encontró acurrucado en medio de la cama, por encima de las sábanas. Le pareció un poco extraño, principalmente porque en la casa de su padrino él siempre despertaba debajo de al menos una frazada y con la cabeza en la almohada. El niño se estiró, bostezó y miró a su alrededor. Entonces, vio sus zapatos llenos de lodo y recordó.

-¿Dónde está el lobito?-bostezó.

-Tuvo que regresar a su casa-escuchó que le respondía la voz de su padrino, quien, por cierto, había ensayado la respuesta por al menos hora y media.

El niño adoptó una somnolienta expresión pensativa.

-Quizá extrañaba a su mamá-dijo.

-Harry-Sirius se sentó en el borde de la cama y tomó al niño por la barbilla-, escucha. Tengo que decirte algo muy importante: Remus está enfermo...

El niño abrió mucho los ojos y lanzó un grito ahogado.

-¿De veras? ¿Qué tiene? ¿Dónde está?

-Está en el cuarto de al lado, descansando. Te llevaré para que lo veas, pero tienes que portarte bien.

-Lo prometo-dijo Harry con voz solemne a la vez que asentía firmemente con la cabeza.

El animago tomó a su ahijado en brazos y lo llevó a la habitación donde se encontraba el hombre lobo.

-¡Caramelito! ¡Espérame!-gimoteó Ethlinn desde el terrario-¡Yo también quiero ver al tío Remus!

-Vamos, Ethlinn, los alcanzaremos
-respondió Ceilin-. Oye, ¿dónde está Riordan?

-No sé. A lo mejor ya está allá con el tío Remus
-dijo Ethlinn, que ya había comenzado a deslizarse hacia la puerta.

Remus estaba sentado sobre la cama, vestido con el pijama que Sirius le llevó cuando la pidió y leyendo el libro que el animago aceptó a llevarle a regañadientes. Al ver que entraban, cerró el libro, lo puso a un lado y se forzó a esbozar una sonrisa.

-Buenos días, Harry-dijo.

-Buenos días, Remus. Mi padrino me dijo que estabas enfermo-el niño observó a Remus detenidamente mientras era colocado en su regazo-. ¿Qué tienes?

-Nada grave, no te preocupes. Estaré bien pronto-respondió el licántropo, revolviéndole el cabello al niño-. Me dijeron que anoche hiciste un nuevo amigo.

-Sí, un lobito. Era más grande que Snuffles, pero era igual de simpático.

-Harry, estuvo mal que salieras durante la noche-dijo Remus, serio.

-Lo siento-Harry agachó la cabeza-¿Me van a castigar?

-Sería lo adecuado, ¿no crees?

-Sí-respondió el niño, sin levantar la vista.

-Bien, para comenzar, vas a disculparte la señora Weasley y con el profesor Snape por haberlos asustado.

-Sí.

-Y después... ¿qué crees que sea apropiado, Sirius?

El animago dio un respingo. Por un lado, no le gustaba la idea de tener que castigar él a su ahijado y menos tan pequeño, por el otro, era lo correcto, y por otro más, el castigo debía ser proporcionado: el niño desobedeció órdenes claras y directas y se había expuesto al frío del invierno y a un hombre lobo, pero el lobo no le representaba daño y al final no pasó nada. Además, la poción estaba a punto de perder el efecto y Harry regresaría pronto a su edad real; sería horrible que pasara castigado los últimos días de su recuperada niñez.

Finalmente, Sirius llegó a una conclusión: ser padre era la profesión más difícil del mundo.

-Ah... sí... uh... Harry, no jugarás con tus serpientes el día de hoy.

El niño gimió al escuchar el veredicto, pero no dijo nada.

-En lugar de eso... cuidarás de Remus hasta que se recupere.

Tanto el enfermo como el nuevo enfermero designado miraron interrogantes al dueño de la casa, quien se esforzaba por mantener el semblante serio y solemne y no dejarse vencer por una sonrisita de disculpa.

-Ven, Harry, vamos a bañarte y a vestirte para que presentes tus disculpas.

-Sí, padrino-respondió Harry tomando la mano que se le extendía-. Remus, no tardo. Te prometo que te voy a cuidar muy bien.

-¡Oigan! ¿Qué pasa?-preguntó Riordan a Ethlinn y Ceilin, quienes habían observado la escena desde la puerta.

-El tío Sirius castigó a Caramelito y no va a jugar con nosotros-respondió Ethlinn-. O sea que nos castigó a nosotros también.

-Nosotros también salimos, así que también nos merecemos el castigo
-dijo Ceilin.

-¿Entonces también tenemos que cuidar al tío Remus?

-¡No, Ethlinn! ¡Espera!
-Riordan se interpuso en su camino-No creo que ese castigo se aplique a nosotros.

-¿No? ¿Por qué?

-Porque no estamos capacitados para cuidar a un humano enfermo, por eso.

-Sí lo estamos.

-Que no.

-Que sí.

-Con ustedes dos siempre es lo mismo.

-Lo siento, Ceilin, pero Ethlinn es exasperante.

-Yo no dije nada
-replicó la serpiente del Bosque Prohibido.

-¿Entonces quién fue?-Ethlinn se rascó la cabeza con la punta de la cola-¿Se metió otra serpiente cuando abrimos la puerta? O acaso será que... que...-la constrictora miró asustada a su alrededor. Lo único que vio fue a Ceilin, que le devolvió la mirada con curiosidad, a Riordan, que se había encogido sobre sí mismo y tenía la cabeza debajo de los anillos, y a Remus, que se había vuelto a acostar y cubierto con las sábanas.

-¿Qué cosa, Ethlinn?-la apuró Ceilin.

-¡Que hay fantaaaasmaaas!

-Tonta, pues claro que hay fantasmas aquí
-Riordan se desenroscó y señaló el sótano con la cola.

-¡Pero serpientes fantasmas! ¡Serpientes fantasmaaaaaas! ¡Caramelito! ¡Auxilio!-Ethlinn salió arrastrándose tan rápido como le fue posible hacia donde se encontraba su amo.

-Ay, esta Ethlinn-Riordan sacudió su cabeza.

-Oye, Riordan...

-¿Sí?

-Hace tiempo que quería hablar contigo sobre algo
-Ceilin dijo esto en un tono muy serio.

-¿Qué cosa?-Riordan volvió a enroscarse sobre sí.

-Ven, vamos al terrario.

-¿No teníamos que cuidar al tío Remus?

-Al terrario.

-Voy...






-Escucha, Snape, a mí tampoco me hace gracia que Harry tenga que disculparse contigo-le decía Sirius al profesor de pociones mientras su ahijado hablaba con Molly Weasley-, pero vas a aceptar su disculpa tan pronto como te la dé, ¿entendido?

-Lo haré, Black, pero sólo porque eso significa que los tendré cerca a ustedes dos menos tiempo. Y-Snape levantó un dedo en el aire-toda esta negligencia será reportada al profesor Dumbledore.

-Por mí está bien-Sirius se encogió de hombros-, eres tú quien se supone que debía cuidarlo anoche.

Snape gruñó algo por lo bajo y Pelusa, sentada en un sillón a un par de metros de distancia, le dedicó al animago una mirada asesina y un feroz bufido. Cuando Sirius volteó a verla, la kneazel miraba para otro lado de la habitación.

-¿Sabes, Snape? De alguna forma es lindo que hayas encontrado una criatura que sí sienta aprecio por ti.

Severus llevó su mano hacia donde estaba su varita, lo cual provocó que Sirius hiciera lo mismo como acto reflejo. Pelusa miró uno y luego al otro, como analizando lo que sucedía antes de tomar cualquier tipo de acción. Por fortuna, antes que el asunto terminara en desastre, la puerta se abrió y entró Harry de mano de la señora Weasley. Los magos adoptaron su mejor expresión de "aquí no pasa nada" y la kneazel bajó de su sillón para frotarse contra las piernas del niño.

-Hola, Pelusita-Harry se agachó un poco para acariciar el suave pelo de la gata.

-Harry, ven y discúlpate con el profesor Snape-dijo Sirius en un tono al que sólo le faltaba agregar verbalmente "para poder irnos de aquí de una buena vez".

-Sí, padrino.

-Si me necesitan, estaré en el cuarto de al lado-dijo Molly, a quien le preocupaba dejar al pequeño con esos dos en una habitación cerrada.

Harry se colocó frente al adusto profesor de pociones y, jugueteando con sus dedos y sin mirarlo nunca a los ojos, dijo:

-Profesor Snape, siento mucho haberme portado mal. Debí haberles dicho a usted y a la señora Weasley que Manchitas se había salido antes de ir al bosque yo solo.

-Eso es verdad, Potter-respondió Severus con los brazos cruzados-. Debiste habernos dicho. Espero que recibas un buen castigo que garantice que no lo volverás a hacer.

El niño se tensó un poco y asintió con la cabeza, mirando al suelo.

-Sí, mi padrino me castigó. Y le prometo no volverlo a hacer.

Snape resopló un "veremos" antes de añadir:

-Entonces, disculpa aceptada, Potter. Ve a cumplir con tu castigo.

Harry asintió de nuevo, se dio la media vuelta y fue a tomar la mano de Sirius. Ambos regresaron a la habitación donde se encontraba Remus después de despedir a la señora Weasley, a quien con mucha seguridad la estaría esperando impaciente su familia. En el trayecto, Sirius y Harry se encontraron a una muy nerviosa Ethlinn Arach, la cual, al verlos, se trepó de inmediato a los brazos del niño, donde se retorció como loca a la vez que siseaba de forma frenética.

-¿Qué le pasa?-preguntó Sirius, un poco alarmado y preguntándose si debía alejar al reptil de su ahijado.

-No sé. Está hablando muy rápido y no le entiendo.

-Dile que se tranquilice.

-Sí.

El niño dijo algo en parselmouth, pero no funcionó; Ethlinn seguía retorciéndose. Finalmente, Sirius atrapó la cabeza de la serpiente con una mano y la miró a los ojos.

-Quieta, o nunca vamos a saber qué pasa-dijo.

Con eso, Ethlinn se quedó inmóvil.

-Ahora sí, ¿qué sucedió?

Niño y serpiente tuvieron un corto intercambio de siseos antes que Harry respondiera:

-Eth dice que hay fantasmas en la casa.

-Pues claro que hay fantasmas-Sirius señaló el sótano con un dedo.

-¿De veras?-asustado, Harry abrazó a Ethlinn con un brazo y se aferró la pierna de Sirius con el otro.

-Eh, sí, pero no te preocupes, son inofensivos y además no pueden salir del sótano.

-¿Estás seguro?

-Completamente.

Harry se relajó un poco, pero no dejó de mirar hacia abajo con un poco de aprehensión.

-¿Eso era todo lo que le pasaba a Eth?

El reptil siseó algo más.

-Eth dice que se refería a serpientes fantasmas, padrino.

-¿Serpientes fantasmas?-el animago abrió mucho los ojos-. Nunca había escuchado sobre esas.

-Eth dice que estaba hablando con Riordan cuando escucharon una voz extraña que no era de Ceilin.

-¿No era otra serpiente viva?

-Dice que no, que buscó por todos lados.

-Qué extraño. Vamos, te llevaré con Remus y luego investigaré el asunto.

-Eth dice que gracias.

-De nada.





Como parte del castigo era que Harry no pasaría el día con sus serpientes, Sirius se llevó a Ethlinn, dejando al niño solo con el hombre lobo, aunque con instrucciones de llamar a Dobby si cualquiera de los dos necesitaba algo. Harry se esmeró en cumplir lo mejor posible con su obligación, comenzando por sentarse en el sillón contiguo a la cama con las manos en el regazo y observar fijamente a Remus.

-¿Harry?-dijo Remus, un poco incómodo.

-¿Sí?

-¿Qué haces?

-Te cuido.

-Sí, bueno, pero...

-¿Pero?-preguntó Harry, tras considerar que la pausa de Remus se había alargado demasiado.

-No, nada importante, no te preocupes-suspiró el licántropo y cambió el tema-. ¿Sabes qué piensa hacer Sirius durante la tarde?

-Va a buscar a la serpiente fantasma.

-¿Serpiente fantasma? ¿Qué serpiente fantasma?





Sirius buscó por horas sin encontrar nada fuera de lo común. Hizo incluso un hechizo localizador, que no mostró en la casa más serpientes que la que tenía enredada alrededor de la pierna izquierda.

-¿Ya te diste cuenta, Eth? No hay ninguna serpiente fantasma.

Ethlinn miró al animago por un momento y luego a su alrededor, siseando.

-No entiendo nada de lo que dices. Mira, si me sueltas y me permites caminar, podemos ir al estudio por algo para que escribas.

El reptil apretó un poco más antes de aflojar sus anillos, pero no bajó al suelo. Al contrario, subió hasta acomodarse sobre los hombros de Sirius, tal y como lo hacía con Harry. El animago la dejó hacer, pero no pudo reprimir un leve escalofrío al sentir las escamas tocando su cuello; cargar las mascotas de su ahijado así era mucho más fácil como su alter ego canino, puesto que el pelo atenuaba el contacto directo.

"¿De veras crees que no hay serpientes fantasmas, tío Sirius?", escribió Ethlinn una vez que llegaron al estudio.

-Sí, estoy completamente seguro. Tú estuviste conmigo mientras revisé la casa, ¿no es así?-replicó Sirius, sin acabar de creer aún que estaba tratando de reconfortar una serpiente.

"Sí tienes razón.", y al final de la frase dibujó dos ojitos y una boquita sonriente.

-Y tú eres la única serpiente que hay aquí dentro. ¿Dónde están las otras dos?

"¿Riordan y Ceilin? No sé. Como dijiste que no podíamos estar con Caramelito tal vez se fueron a cazar algo al bosque."

Sirius soltó una carcajada.

-Oye, Ethlinn, aquí entre nos, ¿desde cuándo le dices Caramelito a Harry?

"Desde que lo conozco. Yo le pregunté si debía decirle amo o Harry y él me contestó que le dijera como yo quisiera. Aunque luego me dijo que no, pero ya me había dado permiso."

Sirius rió de nuevo. Ahora comprendía a Harry un poco mejor.





-¿Qué era lo que querías mostrarme?-preguntó Ceilin. Había seguido a Riordan a un lugar muy profundo en el bosque que rodeaba Padfoot's Corner, después de una discusión muy fuerte que las dos serpientes habían tenido.

-Ahí está, en el arbusto...

-¿Dónde?

-Ahí, ahí...

-No hay nada.

-Es que no pones atención. Mira bien.


Ceilin le mostró los colmillos como advertencia antes de meter la cabeza dentro del arbusto. De inmediato, la serpiente venenosa comenzó a convulsionarse. No tardó mucho en quedar completamente quieta.

-De verdad que lo siento mucho, Ceilin...

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