alcesverdes: Soapbox (Default)
The Cookie Fairy ([personal profile] alcesverdes) wrote2006-10-23 01:39 am

[FMA] El Führer de Oz

Título: El Führer de Oz
Fandom: Fullmetal Alchemist
Resumen: Realidad Alternativa. Para el resto, remitirse al título.
Raiting: PG.
Género: Humor, Parodia.
Beta Reader [livejournal.com profile] veneotaqueen


Capítulo primero
Capítulo segundo
Capítulo tercero
Capítulo cuarto

Capítulo dedicado a Palindroma.

V

Alrededor del mediodía, el teniente segundo Breda encontró un atlas en el que se mencionaba a Amestris. El país de donde venía Winry era descrito como un lugar inexplorado muy al sur de Oz, más allá de un océano terrible lleno de monstruos marinos y tribus caníbales que se desplazaban sobre enormes y viejas tortugas, en cuyos caparazones se había desarrollado vida vegetal y animal.

–¿Quién diantres escribió eso?–preguntó Mustang.

Breda buscó en las primeras páginas del volumen.

–El general Grumman coordinó este trabajo, coronel –respondió.

Mustang trató de mantener el rostro impasible, pero falló miserablemente.

–Los caníbales de las tortugas son peligrosos –dijo Ling–. Para verse más terribles se afilan los dientes y... Mi país tiene muchas leyendas sobre ellos –añadió cuando se dio cuenta de que se había vuelto el centro de atención.

–¡Leyendas!–exclamó Ed resoplando por la nariz–. Por favor, inténtalo de nuevo cuando tengas información comprobada científicamente.

Ling se encogió de hombros.

–Si no quieres creerme, es tu problema.

–Él tiene razón –dijo Mei. Era obvio que lo hacía muy a su pesar–. Muy pocos se han acercado a las aguas de las tribus caníbales de las tortugas y regresado con vida.

–No te preocupes, encontraremos la manera de llegar a Amestris –le dijo Al a Winry, tratando de mantener un tono de voz optimista.

–¡Por supuesto!–dijo Ed–. ¡Déjalo todo en mis manos!

Winry sonrió; no dijo nada, pero quedó muy claro que, tribus caníbales o no, pensaba que resolver el misterio detrás del secuestro del coronel tenía prioridad.

–Bien –dijo Mustang–. Es la hora del almuerzo. Ordenaré que les traigan comida para que les dé tiempo de ir al baño antes que salgamos a Central.

–¿Es esa su idea de un chiste, señor?–preguntó Ed.

–De hecho, sí, Elric –respondió Mustang antes de tomar el teléfono en línea directa con la cocina.


-


Cuando partieron (y tras realmente asegurarse de que habían ido al baño), Mustang hizo subir al grupo a unos camiones de carga del ejército. Les indicó que permanecieran en silencio detrás de unas cajas que tenían etiquetas del tipo de 'Peligro' y 'Frágil'.

–Debemos agradecer que no nos haya metido ahí dentro –comentó Al, en tono de broma.

–Que no te oiga; es muy capaz –dijo Ed.

–Por lo menos no vamos a caminar de regreso –dijo Winry–. Es un alivio.

–En eso tienes toda la razón –dijo Ling, quien se había echado muy confortablemente en el suelo, abarcando todo el espacio que le era posible, reposando su cabeza sobre el lomo de Den. A la perra no parecía importarle nada de esto, pero al resto de sus compañeros sí, por lo menos al cabo de un rato, en que resintieron estar constreñidos en un espacio demasiado pequeño mientras el chico con el traje de león roncaba a pierna suelta.

–¡No deberíamos permitirle que se tome esas libertades!–susurró el hombrecillo de paja. Él, su hermano, Winry, Mei y Xiao Mei conspiraban en un grupo compacto que se cuidaba que no los escuchara Lan Fan, quien estaba sentada en flor de loto sobre las famosas cajas (probablemente meditando sobre la sugerencia de Hawkeye de no utilizar su máscara en lugares públicos para no llamar —aún más— la atención). Por fortuna, el ruido motor ayudaba a encubrir sus voces.

–Pero él nos ayudó a entrar ver al führer sin tener que esperar –dijo Winry.

–¡Eso no le da ningún derecho a tratarnos así! ¡Tenemos que hacer algo!–dijo Ed, ganándose la ferviente aprobación de Mei y Xiao Mei.

–Siempre que no incluya hacer estallar el camión...–suspiró Al.

–Al, mira qué hay en esas cajas–ordenó Ed–. Trata de no despertar a Ling.

–La armadura hace mucho ruido cuando se mueve –replicó el hombre de hojalata.

–En ese caso, iré yo –masculló el hombrecillo de paja. Se puso de pie y, lentamente, se deslizó a través del camión. Paso a paso, se acercó a donde roncaba Ling. Un poco más y llegaría.

Sus compañeros observaban la escena con mucha atención, sosteniendo el aliento, como si al momento de respirar echaran a perder el plan de Ed. Sin embargo, no fue que ninguno de ellos hubiera respirado, sino que una de las ruedas del camión se encontró con una enorme piedra que la hizo saltar.

El camión completo se sacudió y logró que Ed perdiera el balance. El hombrecillo de paja cayó encima del chico en traje de león, quien, al parecer sin despertar, alargó el brazo para ponerlo alrededor de la cintura de Ed y lo apretó contra sí, a manera de oso de peluche.

Mientras Ed hacía todo lo posible por librarse del abrazo de Ling, el resto de los conspiradores en ciernes deliberaba tácitamente si sería buena idea o no soltar una carcajada; no querían que Mustang se enfadara con ellos. Por su parte, Lan Fan miraba a su joven señor, al parecer indecisa sobre qué debía hacer. Al final, sólo se sentó de nuevo sobre las cajas, sin despegar la vista de las manos del hombrecillo de paja.

Ling despertó cuando entraron a Ciudad Central. Bostezó y estiró los brazos por encima de su cabeza. Ed se puso de pie de inmediato. Estaba tan enfadado que temblaba.

–¡Me las vas a...!–comenzó a gritar, pero Al se apresuró a tapar su boca.

–Tenemos que permanecer en silencio, ¿recuerdas?–dijo.

–De todas formas me las va a pagar –gruñó Ed entre dientes y entre los dedos de su hermano.

–¿Te he comentado que eres muy suavecito?–dijo Ling mientras se rascaba salva sea la parte.

–¡Un día –dijo Ed, muy tieso y señalándolo con un dedo–, un día te vas a arrepentir de todo lo que has hecho!

Ling, con su perenne sonrisa, se desentendió del asunto y le preguntó a Lan Fan si aún faltaba mucho para que llegaran a su destino.

–No, joven señor –respondió ella, mirando por entre las rendijas del costado del camión. En ese instante, el camión se detuvo. Se escucharon ruidos de pasos en trote militar a su alrededor. El grupo en su totalidad se agazapó detrás de las cajas y esperó.

Casi una hora más tarde, la puerta del camión se abrió y entró un hombre de silueta nada familiar, cuyas facciones no pudieron ver debido a que se encontraba a contraluz. Los chicos se tensaron y se prepararon para cualquier cosa que pudiera suceder. El hombre, que tenía las manos apoyadas en la cintura, giró la cabeza, como buscando algo. De pronto, habló en voz baja pero clara:

–Oye, Winry, soy el teniente coronel Hughes, ¿te acuerdas de mí?


-


El teniente coronel se encargó de llevarlos a través de la entrada de servicio a algo que parecía un armario de escobas relativamente grande, acondicionada de manera que parecía una sala de interrogatorio (diagonal) tortura. Ahí, los esperaban el mayor Armstrong —su cabeza refulgiendo a la luz de las lámparas—, y el teniente Havoc —quejándose porque la humedad del cuarto no le permitía encender ninguno de sus fósforos.

–El coronel Mustang fue a entrevistarse con el führer –les informó Armstrong.

–Ustedes se quedarán aquí hasta que él regrese –dijo Hughes.

–Ojalá que sea pronto –dijo Havoc en tono miserable a la vez que miraba un cigarrillo apagado.

–Mientras tanto, les propongo algo para matar el tiempo –dijo Hughes sonriendo de oreja a oreja mientras sacaba de detrás de una puerta una enorme caja de cartón y la ponía sobre una de las sillas que quedaban vacías.

Ed sintió que Winry agarraba su brazo y lo apretaba de tal manera que el hombrecillo de paja agradeció ser de ídem y no tener circulación sanguínea que cortar. Mas, antes que pudiera preguntar lo que pasaba, se vio bombardeado de fotografías de una niña pequeña, acompañadas todas de una detallada explicación de la fecha y circunstancias en la que habían sido tomadas por parte del teniente coronel. No pasaron cinco minutos antes de que Ed se sorprendiera de encontrarse añorando su cautiverio en las garras de Lust, Gluttony y Envy.

–Muy linda la señorita –dijo Ling de pronto–. Pero, ¿por qué no podemos ir nosotros a ver al führer? Tenemos permisos y yo necesito saber cómo va mi asunto.

–Mustang está tanteando el agua –respondió Hughes, de pronto muy serio–. No quiere que ustedes den un paso en falso y se metan en líos de los que él no los pueda sacar.

–Y él sí puede meterse en líos –dijo Ed.

–Él tiene más y mejores contactos directos que ustedes –asintió Hughes.

–Es mejor que obedezcan –dijo Armstrong–, como los buenos chicos que son.

La amable contundencia de este argumento logró que la mayor parte de los presentes recordara tanto su edad como el hecho de que debían respeto a sus mayores. Hughes aprovechó la pausa para sacar más fotografías de la caja.


-


Mustang y Hawkeye entraron a la bodega casi a la hora de la cena. Por sus rostros, quedaba claro que no traían buenas noticias que compartir.

–Básicamente lo admitió todo –dijo el coronel–. Mañana temprano enviará un equipo para que saque a aquellos tres tipos de los escombros.

–Coronel, ¿no cree que...? Bueno, hubo una explosión y quedaron enterrados, sin una fuente de oxígeno. ¿Es posible que hayan sobrevivido tanto tiempo?

–Por la manera en que el führer lo planteó, es posible –dijo Mustang–. Lo único que sé es que, en definitiva, no son humanos.

–¿Qué vamos a hacer?–preguntó Ed.

–Por el momento, nada –respondió Mustang–. El führer sabe que ustedes estuvieron involucrados en la explosión de la granja...

–Ese fue sólo Ed –acotó Ling.

–...y advirtió que no podremos salir de la ciudad sin que él nos dé permiso, aunque podremos movernos con relativa libertad. Parece que no sabe nada sobre ustedes dos –Mustang señaló a Hughes y a Armstrong–. Así que, por ahora, mientras más lejos permanezcan de nosotros, mejor.

–Llámenos si nos necesita –dijo Armstrong.

–De acuerdo –dijo Hughes. Le dio una palmada en el hombro a Mustang antes de salir de la habitación.–. A Gracia le hubiera encantado que nos acompañaras a cenar uno de estos días.

–Estamos metidos en un buen lío –comentó Al tras un rato, para romper el silencio.

–Me temo que sí –dijo Mustang–. Escuchen, Havoc los llevará a un buen hotel; no se preocupen, el ejército correrá con todos los gastos. Y, por lo que más quieran, ¡quédense ahí! (Te estoy viendo a ti, Ed.) Mañana nos reuniremos a la hora del desayuno para planear nuestro siguiente paso; antes necesito recabar más información.

–¡Sí, señor!–respondieron todos a coro, cuadrándose en un saludo militar.


-


El hotel al que los llevó Havoc era bueno, justo como lo había prometido el coronel, pero Ed insistió para que el teniente los llevara a uno mejor. Este segundo hotel era un edificio de casi diez pisos. Ya desde lejos era evidente que se trataba de un lugar de lujo, con su pintura al parecer nueva, los marcos de las ventanas bien pulidos, los enormes toldos de colores brillantes sobre la puerta de cristal. La recepción era amplia y luminosa a pesar de la hora; había varios sillones ahí, grandes y tan o más suaves que la paja de Ed (de acuerdo a las palabras de Ling). Había, incluso, una fuente con motivos épicos a la mitad de la habitación.

Del otro lado del mostrador los miraba un hombre elegante con monóculo. El gerente, sin duda. Los miraba con recelo, a punto quizá de llamar a seguridad para que sacaran a la fuerza a ese acto de circo esperando suceder. Por fortuna, Havoc se dio cuenta a tiempo y se apresuró a presentar los papeles que acreditaba a los chicos como protegidos de la milicia, lo que volvió a aquel hombre todo sonrisas y caravanas. Incluso permitió "con todo gusto" la entrada de Den.

–Una habitación para los señores y otro para las señoritas, ¿cierto?–dijo mientras tomaba las llaves de un pequeño armario.

Detrás de Ling, Lan Fan se removió inquieta.

–No te preocupes –dijo el chico con el traje de león –, estaré bien. Además, alguien tiene que protegerlas a ellas; no tienen experiencia en combate.

Lan Fan asintió, aparentemente resignada. Pero Mei resintió el comentario.

–¡Xiao Mei y yo bastamos para defendernos!–exclamó.

De manera automática, Ed y Al retrocedieron un par de pasos. Winry, adoptando el papel de mediadora entre las diferentes facciones de su grupo que ella misma se había impuesto, se inclinó sobre la niña y le pidió que soportara la situación por el par de días que permanecieran en el hotel.

–Está bien –masculló Mei, cruzándose de brazos.

–Eres mejor diplomática que Ling –dijo Ed, guiñando un ojo. Winry se sonrojó. Havoc tuvo que carraspear para romper el ligeramente incómodo silencio que siguió, tras de lo cual anunció que se retiraba por el momento.

–Tengo hambre –dijo Ling.

–¿Qué más es nuevo?–comentó Ed.

–¿Gusta el señor que les envíe algo de comer a sus habitaciones?–preguntó el gerente.

–De hecho –dijo Ling–, me gustaría cenar al aire libre. ¿Hay mesas en el techo?

–Habrá –dijo el gerente.

Menos de media hora después, el grupo se encontraba sobre el edificio y bajo las estrellas, despachando la comida que los camareros les habían llevado.

–Bien, creo que es momento de contarles lo que en verdad pasó –dijo Ling de pronto, ganándose la atención de Al, Winry y Mei (y Xiao Mei).

–Lamento no haberte dicho nada, Al –murmuró Ed.

–Les contamos lo que sucedió esencialmente, pero no todo lo que esos tipos nos dijeron –dijo Ling.

–No queríamos preocuparlos demasiado antes de averiguar algo concreto –dijo Ed–, pero, con todo lo que ha pasado creemos que es mejor ser francos.

Ed y Ling contaron entonces que lo que aquellos tipos pretendían era conseguir la piedra filosofal, y que para ello necesitaban sacrificar vidas humanas. La revelación fue una fuerte sacudida para el resto del grupo.

–¿A eso se referían cuando dijeron que ustedes eran muy importantes para su plan?–preguntó Mei.

–No lo sabemos –dijo Ed.

Cayó un denso silencio sobre los presentes, que se mantuvo hasta que Al sugirió que se acostaran a dormir porque debían recibir temprano al coronel.

-

Mustang y Hawkeye llegaron alrededor de mediodía. Por supuesto, para entonces los chicos habían devorado desde las nueve de la mañana todo lo que les habían puesto enfrente.

–No nos dejaron ni las migajas –masculló Mustang.

–Las quejas por la falta de comida con Ling, por favor –dijo Ed.

–Es culpa de usted por llegar dos horas tarde –dijo Ling.

Mustang suspiró y se dejó caer en uno de los cómodos sillones de la recepción del hotel.

–Anoche robaron los registros con los nombres de los Alquimistas de Estado –dijo–. Me pusieron a cargo de la investigación para retenerme en Central.

–Viéndolo por el lado bueno, ahora tiene más oportunidad de fisgonear por ahí, ¿no?–dijo Ling.

Mustang se encogió de hombros.

–Escuchen, quiero que traten de no meterse en líos mientras averiguo algo. Si necesito de su ayuda se los haré saber, ¿de acuerdo?

–Sí, señor.

–Por cierto, ¿podría darnos algo de dinero? –dijo Ling, sosteniendo en alto un periódico que había tomado de la mesa–. Hay unos espectáculos a los que me gustaría asistir.


-


Un par de horas más tarde, el grupo (excepto por Den, que tuvo que quedarse en el hotel) se desplazaba por una plaza pública, camino a un museo donde se encontraba la exhibición de un pintor que el periódico de Ling había señalado como muy respetado por la crítica especializada.

–Excelente excusa para salir sin despertar sospechas –dijo Ed.

–¿Qué excusa?–preguntó Ling con la boca llena de algodón de azúcar.

–Esas pinturas están valuadas en muchísimo dinero –dijo Winry, quien en ese momento leía el periódico.

–¿De verdad?–Ed se apresuró a asomarse sobre el hombro de la chica para corroborar la información–. Deberíamos comprar un par y dejar que el ejército las pague.

–Hermano...

–Y después donarlas al museo o algo.

–¿Qué tal si las revendemos y donamos el dinero a una caridad?

–Winry, no le sigas la corriente...

Llegaron a la taquilla del museo y se formaron para pagar sus entradas. Delante de ellos se encontraba un hombre alto, delgado, vestido de negro. Cuando terminó su transacción, se giró de forma que pudieron ver su perfil. En general, les hubiera pasado desapercibido de no ser porque tenía una sonrisa cruel, que mostraba unos dientes afiliados que definitivamente no podían ser naturales.

Una vez que el individuo se hubo alejado, tras superar el escalofrío colectivo, Ling agarró a Ed de la chaqueta y lo sacudió, haciendo volar por todos lados briznas de paja.

–¡Es uno de los caníbales de las tortugas!–exclamó.

–¿Qué?–dijo Ed a la vez que se quitaba de encima las manos del otro; tenía cara de hacer todo lo posible por abstenerse de darle una cachetada a Ling.

–Se parecía a los grabados que han hecho los que han sobrevivido de los caníbales...–murmuró Mei, quien se habían escondido, junto con Xiao Mei, detrás de Al.

–Seguramente es sólo una coincidencia –dijo el hombre de hojalata.

–Oigan, ¿van a comprar boletos o qué?–preguntó una de las personas que estaban detrás de ellos en la fila.

–Oh, sí, lo siento –dijo Winry y empujó a los otros hacia adelante.

El debate sobre la existencia o falta de ella de las tribus caníbales de las tortugas gigantes prosiguió hasta que llegaron a la sala de la exhibición principal. Hasta ese momento, ni siquiera habían puesto atención a la estructura del museo, pero ahora, en que se dieron cuenta de que tanto los delicados detalles de las columnas como los delicados candelabros del techo contrastaban horriblemente con los cuadros de las paredes, no les quedó más remedio que hacer un gesto.

–Parece que los hubiera hecho Xiao Mei durante una intoxicación de bambú –comentó Ling.

Mei gruñó.

–¡No insultes a Xiao Mei!

Por su parte, el animalito dicromático mostró dientes y garras al chico vestido de león.

–Sinceramente –dijo Ed, mirando uno de los cuadros desde casi todos los ángulos posibles–, me hubiera sentido ofendido si nosotros hubiéramos pagado las entradas. Qué fraude.

–No todo mundo aprecia el arte abstracto –comentó Al.

–¿Tú sí?–preguntó Winry, sonriendo.

–Bueno, he leído un poco...

–Son sólo manchas de pintura sobre más manchas de pintura –gruñó Ed mientras se cruzaba de brazos.

–¿Qué dice aquí?–Ling señaló una placa debajo del cuadro–. No entiendo el idioma. ¿Es el título?

–Sí, es el título –dijo Al–. Se llama Sueño de angustia en una tarde de otoño.

–Ling, ¿qué quieres decir con que no entiendes?–exclamó Ed–. ¿Y el periódico? ¿O el letrero del bosque?

–Lan Fan –fue todo lo que respondió Ling, encogiéndose de hombros. Su guardaespaldas reaccionó con el correspondiente sonrojo.

–Todas las pinturas son igual de extrañas. No tienen ninguna forma de nada –dijo Mei. Xiao Mei asintió.

–Por eso digo que son sólo manchas –dijo Ed.

–Hay más exhibiciones en el museo, ¿por qué no vamos a verlas?–la sugerencia de Winry fue aceptada de manera unánime.

Ninguno de ellos vio al presunto caníbal sino hasta que iban de salida del museo; inspeccionaba aquella pintura que los había hecho huir de aquella primera sala.


-


El resto de los espectáculos que Ling había enlistado para lo que quedaba de la tarde fueron más satisfactorios, incluyendo una rutina cómica en un bar donde que les sirvieron pastel extra gratis porque a la dueña le pareció que Xiao Mei era un animalito muy lindo.

Regresaron al hotel de muy buen humor y, cansados como estaban, se fueron a dormir sin detenerse a pensar que su investigación no había avanzado ni un ápice ese día. Tampoco prometieron hacerla avanzar al día siguiente, pero estaban seguros que se les ocurriría algo. O que ocurriría algo por lo menos. No se equivocaron.

Hawkeye llegó a verlos a las nueve de la mañana, cuando apenas se preparaban para desayunar. Rechazó amablemente su invitación a acompañarlos y les hizo saber que el coronel no podría verlos por algunos días, ya que el caso de los archivos robados se había complicado.

–¿Qué sucedió?–preguntó Ed.

–Lo único que puedo decirles –dijo la teniente– es que se trata de algo muy grave.

–¿Será cosa del führer para mantenerlo entretenido?

El rostro de la teniente se ensombreció.

–No lo creo –dijo, pero no explicó más. Se retiró tras despedirse.

–¿Qué hacemos ahora?–preguntó Al.

–Dame el periódico –pidió Ed. Una vez que lo tuvo en la mano, pasó directamente a la sección de cultura, en cuya primera plana se paró en seco–. ¡Miren esto! –exclamó–. ¡Alguien robó la pintura de ayer!

Al momento, todo mundo se abalanzó sobre el hombrecillo de paja para leer sobre el robo de Sueño de angustia en una tarde de otoño durante la pasada noche. No había ninguna pista sobre el perpetrador y tanto el dueño del museo como el autor estaban desolados.

–Quien quiera que lo haya hecho, era bueno; había mucha seguridad en el museo –comentó Ling.

–Espero que la hayan asegurado –comentó Winry.

–Ciertamente...–Ed pasó a la siguiente página; ahí había un largo listado de actividades programadas para ese, pero hubo una en particular que le llamó la atención: una exhibición sobre la Historia de la Alquimia, organizado por un grupo de Alquimistas de Estado. Rápidamente, el hombrecillo de paja reclutó la ayuda de su hermano para convencer a los demás de asistir. Lo lograron con la condición de después llegar a un museo sobre máquinas modernas y, más tarde, al bar de la señora a quien le había simpatizado Xiao Mei.


-


–Lo siento, no pueden pasar –dijo el oficial que cuidaba la entrada del museo señalando un letrero que había en la puerta. Decía que la exposición sobre la Historia de la Alquimia se había cancelado.

–¿Por qué?–gimió Ed.

–Asunto militar –el hombre puso las manos en su espalda y se rehusó a decir nada más.

–No te preocupes, vendremos en otra ocasión –le dijo Winry a Ed mientras bajaban la escalinata.

–Era único día –dijo Ed, con su cara de tela contorsionada en un puchero.

–¡Ustedes! ¡Alto!–escucharon de pronto detrás de ellos. Era Havoc–. El coronel quiere verlos

–¿Qué hace usted aquí?–preguntó Ling.

–Eso es lo que quisiéramos saber nosotros –dijo el teniente.

Poco después, se encontraban de nuevo ante Mustang dentro una tienda de campaña al lado del edificio; el coronel tenía aspecto de haber corrido una maratón después de haber pasado varios días sin dormir. Un tanto rudo, les preguntó qué hacían ahí. Al respondió con la verdad.

–Mmm. Pensé que les había dado por meter la nariz –dijo Mustang.

–¿La clausura de la exhibición tiene que ver con aquellos tres?–preguntó Ed.

–No –replicó el coronel–. Creo que será mejor que regresen al hotel y se queden allá.

–¿Podemos entrar a ver lo que hay montado?–preguntó Al.

Mustang negó con la cabeza.

–No, lo lamento. Váyanse ahora, tenemos mucho qué hacer.

El grupo se fue, pero sólo de la tienda.

–Quiero entrar a ver qué tienen ahí –dijo el hombrecillo de paja, haciendo caso omiso a las racionales negativas de su hermano–. Espérenme en el hotel, si quieren. Además, es más fácil que no nos descubran si entro yo sólo.

Al se frotó la cara con una mano.

–Iré contigo –suspiró.

–Los esperaremos en el parque –dijo Ling.

–¿Cerca de donde venden los helados?–preguntó Ed.

–Correcto.


-


La arquitectura y el estilo de ese museo eran muy similares al del día anterior, sólo que con menos turistas y más soldados. Por fortuna, no eran los suficientes como para impedir que, con la precaución necesaria, dos figuras se deslizaran a través de los corredores, detrás de las columnas. Ayudaba mucho también que una de ellas fuera una armadura que al quedarse quieta pasara desapercibida gracias al entorno, y que la otra fuera del tamaño perfecto para esconderse detrás de una de las piernas de la primera.

Ed y Al seguían las flechas que indicaban que la exhibición de alquimia estaba un par de puertas más allá. Por desgracia, la seguridad era mucho mayor de aquel lado.

–Hermano, ¿qué crees que haya pasado?–preguntó Al.

–No tengo idea, Al. Pero la piedra filosofal se consigue por medio de alquimia, y si Mustang cree que estamos metiendo la nariz, probablemente sí tenga que ver con aquellos tipos.

–Y por eso estamos metiendo la nariz.

–Exacto.

Avanzaron un poco más, hasta que los hizo detenerse la vista de un enorme charco de sangre seca que comenzaba en el suelo y se extendía hasta las paredes.

–Sabía que era un error tratar de razonar con ustedes –escucharon de pronto la voz de Mustang detrás de ellos.

–¿Qué sucedió aquí?–preguntó Ed.

Mustang gruñó.

–¿Dónde están los otros?

–En el parque –respondió Al.

–Reúnanse con ellos y vayan en el hotel. Enviaré a alguien que se asegure de mantenerlos allá.

–¡Espere!–exclamó Ed–. Si esto tiene que ver con el robo de los registros, ¿alguien atacó a los Alquimistas de Estado que organizaban la exposición?

Mustang miró a los hermanos fijamente antes de responder.

–Alguien los asesinó. ¿Satisfechos? Váyanse ahora.

Ed asintió lentamente antes de tomar el brazo de su hermano y jalarlo hacia la salida del museo.



Siguiente capítulo

[identity profile] telrunya.livejournal.com 2006-10-23 04:01 pm (UTC)(link)
Me gusta que a pesar que la situación es bastante seria no pierdas la oportunidad de meter comedia, es algo que siempre he disfrutado de cuando escribes. ♥

Ah, y:

La recepción era amplia y luminosa a pesar de la hora; había varios sillones ahí, grandes y tan o más suaves que la paja de Ed (de acuerdo a las palabras de Ling).

No sabes cuánto me gusta ese pedacito. Eso y cuando se cuelan en el museo.

[identity profile] laurus-nobilis.livejournal.com 2006-10-23 11:33 pm (UTC)(link)
Por favor, inténtalo de nuevo cuando tengas información comprobada científicamente.

Y se está poniendo serio :O

[identity profile] diktat.livejournal.com 2006-10-25 04:22 am (UTC)(link)
Ah, adoro los hints. Seré de "esas", pero me encantan los momento EdWin. Me hiciste el día, estaba aburridisima hasta ahora!