The Cookie Fairy (
alcesverdes) wrote2009-05-18 10:59 pm
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[Crossover] 31 Minutos / Doctor Who
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PG
Gen
Crack
Marionetas
Casi 3500 palabras. sob why
___
Esa semana en Titirilquén había sido muy lenta en cuanto a noticias; lo más emocionante que había tenido lugar era una revuelta entre las uvas moradas y las blancas en el refrigerador de Mario Hugo, la cual al final se solucionó pacíficamente cuando se dieron cuenta de que todas eran propensas a terminar como decoración en gelatinas, de ahí que causara tanto revuelo aquella caja azul que apareció repentinamente en medio de unos ruidos muy extraños, justo frente al escritorio de Tulio alrededor de media hora antes de que comenzara el noticiario. Todo el staff se congregó frente a ella, preguntándose, primero que nada, quién la había enviado y para qué. Siendo como eran reporteros de primer nivel, las más novedosas hipótesis no se hicieron esperar.
-La trajeron los duendes sin lugar a dudas - dijo Tulio a la vez que golpeaba el escritorio con su dedo.
-No te precipites, Tulio - dijo Juan Carlos Bodoque -. Recuerda que los duendes están de vacaciones visitando a sus primos en Irlanda.
-Quizá es de origen extraterrestre - aventuró Patana.
-¿Origen extraterrestre? ¡Ja! - se burló Tulio -. Si fuera de origen extraterrestre, hubiera aterrizado en el estacionamiento, no aparecido en el set. Obviamente -remarcó, mirando fijamente a Bodoque-, lo trajeron los duendes para jugarnos una broma confiados en que creemos que están de vacaciones en Irlanda.
-Pero, tío Tulio, si hubieran sido los duendes, la caja sería verde, no azul.
-Eso también es cierto, Tulio: el azul no es un color muy duendil que digamos -dijo Bodoque.
En ese momento, antes de que Tulio pudiera responder con otra observación sobre la capacidad de los duendes para las bromas, la puerta de la caja azul se abrió. Se siguió un momento de silencio absoluto. ¿Qué podría haber dentro de una caja de ese tamaño? ¿Qué había hecho que se abriera? ¿Un control remoto? ¿Sería obra de los duendes u otra trampa de los muchos enemigos que tenía el ciudadano ejemplar y, además, magnífica persona: Tulio Triviño?
-¡Cállate, Tulio! Arruinas el suspenso - dijo Bodoque.
-Está bien, está bien -refunfuñó Tulio en medio de un mohín.
La puerta se terminó de abrir. El staff entero, a una, se asomó hacia adentro.
Un hombre alto, delgado, con una larga gabardina café sobre un traje a rayas, puso un pie fuera de la caja. Después, puso el otro.
-¿Dónde estamos ahora? -preguntó mientras miraba alrededor.
-Si tú no sabes, ¿cómo podría yo? -preguntó una mujer pelirroja, mitad fastidiada, mitad divertida, que salió justo detrás de él-. Se supone que tú conduces esta cosa.
-Conducir es un término un tanto vago.
La pelirroja giró los ojos.
-¿Disculpen? -dijo Tulio, quien odiaba no ser el centro de atención-. Cállate, Bodoque.
-Es para que sepas lo que se siente, Tulio.
-Oh, hola -dijo el hombre de la gabardina sonriendo ampliamente -. Soy el Doctor, ella es Donna.
-¿Títeres? -preguntó Donna.
-Y a mucha honra -dijo Tulio, frente en alto.
-Sí, claro, lo siento.
-¡Esta caja es mucho más grande por dentro que por fuera! -se escuchó la voz de Mario Hugo, quien se había metido ahí por enmedio de las piernas del Doctor sin que este se diera cuenta.
-¡Eh! ¡Sal de ahí! -exclamó este último a la vez que se daba la media vuelta para ir a sacar al intrépido reportero.
Donna lo miró irse, sacudió la cabeza y se volvió al resto de los títeres.
-¿Dónde estamos? -les preguntó.
-En el set de grabación y transmisión de 31 minutos, el noticiario más serio y confiable de la televisión -respondió Tulio.
-Entraremos al aire en quince minutos -dijo Juanín.
-Y tenemos una exclusiva que va a levantarnos los ratings -dijo Bodoque.
-¡Claro! -dijo Tulio-. Desentrañaremos el misterio del truco de los duendes ¡en vivo!
-¿Qué duendes? -preguntó el Doctor quien salía de su caja cargando a Mario Hugo, el cual pataleaba y gritaba cómo el sistema reprime al periodismo serio y objetivo.
-Los que hicieron aparecer la Tardis justo aquí -dijo Donna muy seria.
-Oh, esos duendes -dijo el Doctor.
-Usted es uno de ellos, estoy seguro -dijo Tulio señalando al Doctor con el índice-. O, mejor dicho, varios de ellos, uno sobre el otro y cubiertos con la gabardina. ¡Qué truco más viejo y descarado!
El Doctor se rascó la cabeza.
-No soy ningún duende o duendes, soy un Señor del Tiempo.
-¿Un qué?
-Un extraterrestre del planeta Gallifrey en la constelación de Kasterborous con la capacidad de viajar por el tiempo y el espacio, y esta caja azul es su nave -dijo Bodoque, su cabeza asomando por la puerta de la Tardis-. Acabo de verlo en su consola.
-¿Cómo hiciste eso? -preguntó el Doctor claramente escandalizado.
-Obviamente, un periodista profesional tiene sus trucos -dijo Donna.
-Periodista profesional y jugador empedernido que debe escapar de sus acreedores en el momento menos pensado -respondió Bodoque.
-noticiario serio, ¿eh? -dijo el Doctor.
-Diez minutos para entrar al aire -anunció Juanín.
-Entonces sí es un extraterrestre -dijo Patana.
-Esto es mucho mejor de lo que había pensado -dijo Bodoque-. De acuerdo a mis investigaciones, este destornillador sónico -levantó la mano y lo mostró al maravillado staff del noticiario- tiene más usos que uno de esos cuchillos que anuncian en los infomerciales de la noche.
-¡Dame eso!-exclamó el Doctor, escandalizado, a la vez que le arrebataba el destornillador de la mano de Bodoque-. Además de reportero y jugador, eres carterista.
-Lo admito, llegué a tocar fondo alguna vez -dijo Bodoque.
-En todo caso, creo que debemos irnos, Donna.
-Pero si son adorables -respondió ella riendo.
-Es fácil decirlo cuando no han tocado tus cosas.
-En todo caso -dijo Juanín-, ¿podrían mover la caja? Está en el camino de la cámara.
-¿Ves? -dijo el Doctor-. Estorbamos.
Donna giró los ojos.
-Espere, necesito una fotografía de este momento histórico: ¡usted admitiendo estorbar!
-¡Esperen!-exclamó Tulio-. ¡No pueden irse sin darme una entrevista exclusiva! ¿Saben cuántos extraterrestres viajeros del tiempo hemos tenido en el programa?
-Ninguno en los últimos seis meses -afirmó Bodoque.
-¡Ocho minutos para entrar al aire!-dijo Juanín.
Donna y el Doctor intercambiaron miradas.
-No me diga que no quiere salir en la televisión -dijo ella.
-Mis experiencias frente a las cámaras nunca han sido buenas, por decirlo suavemente, además de que hay cosas que no son para la mente de las masas.
-Doctor, son títeres.
-¡Seis minutos!
-Al menos podríamos quedarnos a ver.
El Doctor resopló y Donna supo que había cedido --no que ella hubiera tenido alguna duda al respecto de sus capacidades de persuasión.
-Moveré la Tardis allá atrás.
-Lo espero aquí.
El Doctor entró a la Tardis y cerró la puerta tras él. Unos instantes más tarde, la caja azul desaparecía en medio de los mismos extraños ruidos que había hecho al aparecer la primera vez, para reaparecer casi instantáneamente al fondo del estudio.
Donna y el Doctor se colocaron junto a los camarógrafos.
Justo cuando Juanín abría la boca para anunciar que faltaban cinco minutos para entrar al aire, el mismísimo señor Manguera, el dueño del canal, entró al lugar; la noción de la existencia del Doctor, su acompañante, y su caja azul, se había extendido ya por todas las oficinas.
-¡Preparen todo para un documental sobre veinticuatro horas en la vida del alinenígena!-dijo el señor Manguera.
-¿Documental?-preguntaron todos, alienígena incluido.
-Será todo un éxito - insitió el señor Manguera.
-No habrá ningún documental -dijo el Doctor.
-Y pensar que normalmente tiene tanto ego... -dijo Donna.
-No es cuestión de ego -dijo el Doctor- es...
-¿Cuestión de dinero? -jadeó el señor Manguera, como si estuviera a punto de darle un ataque cardiaco.
El Doctor se rascó la mejilla.
-Menos aún.
-Qué alivio -suspiró el señor Manguera.
-¡Un minuto para entrar al aire!-dijo Juanín.
-Seguiremos hablando de esto después -dijo el señor Manguera-. Quiero verlo en mi oficina cuando termine el programa.
-Oh, desde luego -dijo el Doctor destilando el sarcasmo, lo cual, sin embargo, pasó desapercibido.
El programa comenzó. El Doctor y Dona encontraron las noticias y su tratamiento de lo más sui generis, justo como el resto de los peculiares personajes que habían encontrado en ese lugar. El Doctor se frotaba la nariz a cada momento y Donna hacía un enorme esfuerzo por no reír casi cada vez que Tulio abría la boca.
Durante las pausas comerciales, Donna seguía tratando de convencer al Doctor que aceptara, si no el documental, al menos la entrevista.
-Con lo serio es el noticiario en realidad -le decía- es muy posible que nadie les crea.
-No sé, Donna. También es posible que el resto de los habitantes de este lugar sean así.
-Con todo, creo que usted aún no descarta la idea del todo.
El Doctor alzó una ceja.
-¿Ah?
-Seguimos aquí, ¿no?
Antes de que el Doctor pudiera responder que eso era porque ella había insistido, comenzó el último bloque del programa, así que tuvieron que volver a guardar silencio mientras se presentaba la sección del Ranking Musical.
No mucho después, finalmente terminó todo.
-¿Por qué se llama 31 minutos si duró 29?-preguntó el Doctor mientras los créditos finales deslizarse por la pantalla de control.
-Quizá sólo se oía bien -dijo Donna-. ¿Ya meditó su decisión?
-No hay nada que meditar: mi respuesta sigue siendo no -respondió el Doctor más bien en dirección a Tulio, quien ya se acercaba micrófono en mano y jalando a un camarógrafo con todo y cámara.
-P-pero... ¡piense en el bien que la realización de este documenta haría a mi carrera de periodista!-dijo Tulio.
-El universo no gira a tu alrededor -replicó el Doctor.
-¿Ah?-exclamó Tulio indignado-. ¡Pero claro que sí!
-No, no lo hace -repitió el Doctor algo cansadamente.
Donna reprimió una sonrisa mientras pensaba que seguramente el Doctor no sólo pensaba que el universo no giraba alrededor de Tulio, sino que lo hacía alrededor de él.
-Donna, ¿cómo hiciste eso?
-¿Qué cosa?
-Lo de... -el Doctor suspiró y se rascó la cabeza-. No importa, ya nos vamos de todas formas.
Con esto, se dirigió hacia donde había dejado la Tardis. Donna lo siguió. Tulio, el camarógrafo y el resto del staff los siguieron.
No obstante, cuando llegaron al rincón, descubrieron que la nave del Doctor había desaparecido.
-¡Rápido! ¡Alguien ponga música dramática!-gritó Bodoque.
-Esto definitivamente no lo vi venir -dijo Tulio.
El Doctor se frotó el rostro con la mano mucho más vigorosamente que antes.
-Dejen de jugar y díganme dónde está mi Tardis.
-¿Qué está implicando usted con eso?-preguntó Tulio.
-Que esta es su manera de obligarles a darles su entrevista.
Una exclamación de indignación colectiva se dejó escuchar.
-¡Claro que no!-dijo Tulio-. ¿Qué clase de ética profesional cree usted que tiene este noticiario?
El Doctor se negó a responder a eso para preservar lo que le quedaba de dignidad.
-Donna...
-Oh, lo siento -respondió ella-. Una vez que se le agarra el gusto...
-La verdad es que no sabemos dónde se encuentra su nave -dijo Juanín acercándose lentamente y frotándose las manos-. Pero estamos dispuestos a ayudar a buscarla, ¿verdad, muchachos?
Se escuchó un '¡sí!' colectivo.
-¡Ya lo creo que sí!-dijo Tulio-. A cambio de la entrevista.
-¡Tulio!-dijo Bodoque.
-¡Tío Tulio!-dijo atana.
El Doctor volvió a apretarse el puente de la nariz.
Donna volvió a tratar de evitar reír.
En ese momento, cayó del cielo un pequeño bulto negro que se impactó contra el suelo con fuerza, y que sin embargo no tardó en ponerse de pie (es un decir) revelando tanto su identidad como su propósito.
-¡Miren! ¡Es Calcetín con Rombos Man!-exclamó Tulio señalándolo.
-¿De dónde salió ese solo de guitarra? -preguntó el Doctor.
-¿Qué es?
-¡Soy un superhéroe!-dijo Calcetín con Rombos Man a la vez que se subía volando al hombro del Doctor-. Vamos, lo ayudaré a encontrar su nave.
-¿A cambio de qué? -preguntó el Doctor.
-¡De nada! Como ya había dicho, soy un superhéroe. Además -llegado a este punto, Calcetín con Rombos Man brincó a un pequeño podio con micrófonos antes de continuar:- Todos los Señores del Tiempo tienen derecho a tener su propia Tardis, acrónimo que en español quiere decir Tiempo y Dimensiones Relativas En El Espacio -. Todos los títeres aplaudieron ante lo que dijo Calcetín con Rombos Man, quien respondió con reverencias-. Gracias, gracias.
Donna escondió la cara contra el hombro del Doctor para no soltar una carcajada mientras que este, en cambio, no parecía nada divertido. Al final, no obstante, aceptó la ayuda de Calcetín con Rombos Man, quien volvió a su hombro y lo guió por todos los rincones del estudio buscando la famosa nave espacial. El resto del staff del noticiero los siguió de todas maneras.
No tardaron en encontrar la perdida caja azul al fondo del estacionamiento del canal, en donde se confundía con una hilera de baños portátiles. Y sin embargo sobresalía porque los baños eran verdes.
-Déjame adivinar -dijo Dona-: estos baños tienen algo que ver con los duendes que mencionaron al principio.
-Los duendes se encargan del mantenimiento, sí -dijo Patana.
-Y están de vacaciones...-masculló el Doctor.
Él y Donna hicieron un gesto al unísono, pero siguieron acercándose.
Estaban ya a unos pocos metros cuando se abrió la puerta y asomó la cabeza del Tío Pelado.
-¿No podían esperar a que aprendiera a manejar esta cosa antes de descubrirme?-preguntó.
-¿Quién es ese?-preguntó el Doctor, ligeramente ofendido porque habían llamado 'cosa' a su Tardis.
-Es el Tío Pelado, el criminal más buscado del país y nuestro villano residente -explicó Bodoque.
-Genial -dijo el Doctor-. Por otro lado, considerando todo, no debería ser difícil de neutralizar. ¿Qué poderes tiene?
-Es. ¿Calvo?-ofreció alguien.
-¿Tiene una risa horrorosa?-dijo alguien más.
-Esto será más fácil de lo que pensaba.
El Doctor dio un paso más al frente, pero el tío Pelado gritó:
-¡Alto ahí! ¡O me obligarán a usar mi arma secreta!-acto seguido, el Tío Pelado arrastró del interior de la Tardis a una figura atada de pies a cabeza con una gruesa cuerda que usaba un sombrero de copa y murmuraba:
-Mi shooooow...
Todos los títeres ahogaron un grito.
-¡Dante Torobolino! ¡El maguito explosivo!
-¿Ah? -preguntó el Doctor.
-¡Voy a hacerlos explotar a todos! -rió malignamente.
-¡Malvado!-gritó Tulio-. ¿Qué pretendes?
-Me alegra que lo preguntes -dijo el tío Pelado-. Pretendo regresar en el tiempo a un momento antes de que ustedes me descubrieran como un agente del mal, detenerlos y salvar mi reputación para así poder seguir haciendo maldades tras bambalinas. Y si eso falla, me haré pasar por el gemelo bueno que había estado encerrado en un baúl y seguiré haciendo maldades tras bambalinas mientras mi otro yo está en la cárcel -volvió a reír malignamente.
-No puedes hacer eso -dijo el Doctor-. En primer lugar, es imposible cambiar lo que ya sucedio; en segundo lugar, dos versiones del mismo individuo en el mismo lugar ponen en riesgo la tela misma de la existencia y, en tercer lugar, la Tardis no es tan sencilla de aprender a manejar.
-Que se lo digan a él -murmuró Donna.
-¡Son mentiras!-dijo el tío Pelado-. ¡Sólo quieren detenerme!
-Bueno, duh -dijo el Doctor-. Pero no son mentiras.
-Exijo que venga y me enseñe a utilizarla o ¡los haré volar a todos!
-Doctor, ¿no puede desactivar a Dante Torobolino con su destornillador sónico?-preguntó Bodoque.
-Es un ser orgánico, ¿cómo voy a...?
-Si usted no va a hacerlo -dijo Tulio-, ¡lo haré yo!
Acto seguido, el conductor principal del noticiario más confiable de la televisión sacó el destornillador sónico del bolsillo del Doctor y lo manipuó en dirección de Dante Torobolino. Lo hizo con tanta rapidez que, para cuando el Doctor reaccionó, de dirección del maguito explosivo se escuchó un suave tronido y cayó al suelo.
El Doctor se quedó con la boca abierta por un momento antes de reaccionar arrebatando el destornillador sónico de manos de Tulio.
-Después hablo contigo -le dijo mientras se dirigía a la Tardis.
-En entrevista exclusiva, espero -respondió Tulio.
El Doctor sólo giró los ojos.
Mientras tanto, el Tío Pelado, tras mirar consternado al maguito ahora-ya-no-explosivo por un momento, había vuelto a meterse a la caja azul y cerrado la puerta.
-Te apuesto a que no contabas con... -se palpó todos los bolsillos-. Estoy seguro de que estaba... ¡Ah, aquí!-exclamó a la vez que sacaba una pequeña llave y la mostraba en el aire. Acto seguido, la metió en el cerrojo y abrió la puerta.
El Doctor entró a la Tardis y, menos de un minuto después, la figura del tío Pelado salía volando por la puerta y se impactaba contra el concreto del pavimiento, justo a los pies (es un decir) de Calcetín con Rombos Man.
-Excelente trabajo, Doctor -dijo Calcetín con Rombos Man-. Yo me encargo a partir de aquí.
Con esto, Calcetín con Rombos Man emprendió el vuelo y se alejó llevando consigo al Tío Pelado. De alguna manera.
El Doctor, con cara de querer golpear su cabeza contra alguna pared, le repitó a Donna por milésima vez que debían irse. Ella finalmente se apiadó de él, se despidió de todos, con especial cariño de Patana, pues le había parecido una chica de lo más agradable, responsable y trabajadora...
-Patana...
-Todos lo hacen, tío Tulio...
-Eso no es excusa, sobrina.
-Bueno, nosotros nos vamos por fin. Tengan un bonito día -dijo el Doctor.
-Cuídense mucho -dijo Donna.
-Regresen pronto -dijo Juanín.
-Oh, desde luego -dijo el Doctor mientras cerraba la puerta.
Así, la Tardis no tardó en desaparecer en medio de los mismos ruidos extraños de siempre.
-¡Y no conseguimos la entrevista!-gimió Tulio dramáticamente.
-Oh, yo no estaría tan seguro de eso -dijo Bodoque.
-¿A qué te refieres?
-La cámara estuvo grabando todo este tiempo -dijo el camarógrafo.
Hubo un momento de silencio.
-¡Oooooooh! ¡Soy un genio!-exclamó Tulio -. Jamás le dije que apagara la cámara -clarificó cuando todos voltearon a verlo-. ¡Ahora tenemos nuestro documental! Sólo falta editarlo y poner mi voz en off narrando toda la odisea.
-Era obvio que iba a quedarse con todo el crédito -dijo Bodoque.
-Pero fue muy divertido -dijo Patana.
-Y provechoso -dijo Tulio casi desde la entrada del cuarto de edición.
-La vida del periodista es realmente emocionante -dijo Juanín, suspirando alegremente-. Me pregunto si alguna vez tendremos una aventura similar.
-¡Espero que no hasta que no pase el éxito de esta!-gritó Tulio desde la ventanita del cuarto de edición.
-Oh, sería tan kármico que de pronto comenzaran a llegar más extraterrestres -dijo Bodoque-, como robots gigantes o dinosaurios del espacio.
Justo en ese momento, un rayo de luz curzó el horizonte y, poco después, se dejó ver y sentir el fuerte impacto de un cuerpo enorme contra la tierra.
Los intrépidos reporteros intercambiaron miradas.
-¡Vamos!-dijeron al mismo tiempo.
-¿No deberíamos decirle a Tulio?-preguntó Juanín.
-No te preocupes por él -dijo Bodoque-, está ocupado editando su documental.
-Oh. Está bien.
Una vez terminado este intercambio y tras conseguir una cámara propia, la mayor parte del staff de 31 Minutos se apresuró al lugar del impacto, felices y ansiosos por averiguar qué les esperaba.
PG
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Marionetas
Casi 3500 palabras. sob why
___
Esa semana en Titirilquén había sido muy lenta en cuanto a noticias; lo más emocionante que había tenido lugar era una revuelta entre las uvas moradas y las blancas en el refrigerador de Mario Hugo, la cual al final se solucionó pacíficamente cuando se dieron cuenta de que todas eran propensas a terminar como decoración en gelatinas, de ahí que causara tanto revuelo aquella caja azul que apareció repentinamente en medio de unos ruidos muy extraños, justo frente al escritorio de Tulio alrededor de media hora antes de que comenzara el noticiario. Todo el staff se congregó frente a ella, preguntándose, primero que nada, quién la había enviado y para qué. Siendo como eran reporteros de primer nivel, las más novedosas hipótesis no se hicieron esperar.
-La trajeron los duendes sin lugar a dudas - dijo Tulio a la vez que golpeaba el escritorio con su dedo.
-No te precipites, Tulio - dijo Juan Carlos Bodoque -. Recuerda que los duendes están de vacaciones visitando a sus primos en Irlanda.
-Quizá es de origen extraterrestre - aventuró Patana.
-¿Origen extraterrestre? ¡Ja! - se burló Tulio -. Si fuera de origen extraterrestre, hubiera aterrizado en el estacionamiento, no aparecido en el set. Obviamente -remarcó, mirando fijamente a Bodoque-, lo trajeron los duendes para jugarnos una broma confiados en que creemos que están de vacaciones en Irlanda.
-Pero, tío Tulio, si hubieran sido los duendes, la caja sería verde, no azul.
-Eso también es cierto, Tulio: el azul no es un color muy duendil que digamos -dijo Bodoque.
En ese momento, antes de que Tulio pudiera responder con otra observación sobre la capacidad de los duendes para las bromas, la puerta de la caja azul se abrió. Se siguió un momento de silencio absoluto. ¿Qué podría haber dentro de una caja de ese tamaño? ¿Qué había hecho que se abriera? ¿Un control remoto? ¿Sería obra de los duendes u otra trampa de los muchos enemigos que tenía el ciudadano ejemplar y, además, magnífica persona: Tulio Triviño?
-¡Cállate, Tulio! Arruinas el suspenso - dijo Bodoque.
-Está bien, está bien -refunfuñó Tulio en medio de un mohín.
La puerta se terminó de abrir. El staff entero, a una, se asomó hacia adentro.
Un hombre alto, delgado, con una larga gabardina café sobre un traje a rayas, puso un pie fuera de la caja. Después, puso el otro.
-¿Dónde estamos ahora? -preguntó mientras miraba alrededor.
-Si tú no sabes, ¿cómo podría yo? -preguntó una mujer pelirroja, mitad fastidiada, mitad divertida, que salió justo detrás de él-. Se supone que tú conduces esta cosa.
-Conducir es un término un tanto vago.
La pelirroja giró los ojos.
-¿Disculpen? -dijo Tulio, quien odiaba no ser el centro de atención-. Cállate, Bodoque.
-Es para que sepas lo que se siente, Tulio.
-Oh, hola -dijo el hombre de la gabardina sonriendo ampliamente -. Soy el Doctor, ella es Donna.
-¿Títeres? -preguntó Donna.
-Y a mucha honra -dijo Tulio, frente en alto.
-Sí, claro, lo siento.
-¡Esta caja es mucho más grande por dentro que por fuera! -se escuchó la voz de Mario Hugo, quien se había metido ahí por enmedio de las piernas del Doctor sin que este se diera cuenta.
-¡Eh! ¡Sal de ahí! -exclamó este último a la vez que se daba la media vuelta para ir a sacar al intrépido reportero.
Donna lo miró irse, sacudió la cabeza y se volvió al resto de los títeres.
-¿Dónde estamos? -les preguntó.
-En el set de grabación y transmisión de 31 minutos, el noticiario más serio y confiable de la televisión -respondió Tulio.
-Entraremos al aire en quince minutos -dijo Juanín.
-Y tenemos una exclusiva que va a levantarnos los ratings -dijo Bodoque.
-¡Claro! -dijo Tulio-. Desentrañaremos el misterio del truco de los duendes ¡en vivo!
-¿Qué duendes? -preguntó el Doctor quien salía de su caja cargando a Mario Hugo, el cual pataleaba y gritaba cómo el sistema reprime al periodismo serio y objetivo.
-Los que hicieron aparecer la Tardis justo aquí -dijo Donna muy seria.
-Oh, esos duendes -dijo el Doctor.
-Usted es uno de ellos, estoy seguro -dijo Tulio señalando al Doctor con el índice-. O, mejor dicho, varios de ellos, uno sobre el otro y cubiertos con la gabardina. ¡Qué truco más viejo y descarado!
El Doctor se rascó la cabeza.
-No soy ningún duende o duendes, soy un Señor del Tiempo.
-¿Un qué?
-Un extraterrestre del planeta Gallifrey en la constelación de Kasterborous con la capacidad de viajar por el tiempo y el espacio, y esta caja azul es su nave -dijo Bodoque, su cabeza asomando por la puerta de la Tardis-. Acabo de verlo en su consola.
-¿Cómo hiciste eso? -preguntó el Doctor claramente escandalizado.
-Obviamente, un periodista profesional tiene sus trucos -dijo Donna.
-Periodista profesional y jugador empedernido que debe escapar de sus acreedores en el momento menos pensado -respondió Bodoque.
-noticiario serio, ¿eh? -dijo el Doctor.
-Diez minutos para entrar al aire -anunció Juanín.
-Entonces sí es un extraterrestre -dijo Patana.
-Esto es mucho mejor de lo que había pensado -dijo Bodoque-. De acuerdo a mis investigaciones, este destornillador sónico -levantó la mano y lo mostró al maravillado staff del noticiario- tiene más usos que uno de esos cuchillos que anuncian en los infomerciales de la noche.
-¡Dame eso!-exclamó el Doctor, escandalizado, a la vez que le arrebataba el destornillador de la mano de Bodoque-. Además de reportero y jugador, eres carterista.
-Lo admito, llegué a tocar fondo alguna vez -dijo Bodoque.
-En todo caso, creo que debemos irnos, Donna.
-Pero si son adorables -respondió ella riendo.
-Es fácil decirlo cuando no han tocado tus cosas.
-En todo caso -dijo Juanín-, ¿podrían mover la caja? Está en el camino de la cámara.
-¿Ves? -dijo el Doctor-. Estorbamos.
Donna giró los ojos.
-Espere, necesito una fotografía de este momento histórico: ¡usted admitiendo estorbar!
-¡Esperen!-exclamó Tulio-. ¡No pueden irse sin darme una entrevista exclusiva! ¿Saben cuántos extraterrestres viajeros del tiempo hemos tenido en el programa?
-Ninguno en los últimos seis meses -afirmó Bodoque.
-¡Ocho minutos para entrar al aire!-dijo Juanín.
Donna y el Doctor intercambiaron miradas.
-No me diga que no quiere salir en la televisión -dijo ella.
-Mis experiencias frente a las cámaras nunca han sido buenas, por decirlo suavemente, además de que hay cosas que no son para la mente de las masas.
-Doctor, son títeres.
-¡Seis minutos!
-Al menos podríamos quedarnos a ver.
El Doctor resopló y Donna supo que había cedido --no que ella hubiera tenido alguna duda al respecto de sus capacidades de persuasión.
-Moveré la Tardis allá atrás.
-Lo espero aquí.
El Doctor entró a la Tardis y cerró la puerta tras él. Unos instantes más tarde, la caja azul desaparecía en medio de los mismos extraños ruidos que había hecho al aparecer la primera vez, para reaparecer casi instantáneamente al fondo del estudio.
Donna y el Doctor se colocaron junto a los camarógrafos.
Justo cuando Juanín abría la boca para anunciar que faltaban cinco minutos para entrar al aire, el mismísimo señor Manguera, el dueño del canal, entró al lugar; la noción de la existencia del Doctor, su acompañante, y su caja azul, se había extendido ya por todas las oficinas.
-¡Preparen todo para un documental sobre veinticuatro horas en la vida del alinenígena!-dijo el señor Manguera.
-¿Documental?-preguntaron todos, alienígena incluido.
-Será todo un éxito - insitió el señor Manguera.
-No habrá ningún documental -dijo el Doctor.
-Y pensar que normalmente tiene tanto ego... -dijo Donna.
-No es cuestión de ego -dijo el Doctor- es...
-¿Cuestión de dinero? -jadeó el señor Manguera, como si estuviera a punto de darle un ataque cardiaco.
El Doctor se rascó la mejilla.
-Menos aún.
-Qué alivio -suspiró el señor Manguera.
-¡Un minuto para entrar al aire!-dijo Juanín.
-Seguiremos hablando de esto después -dijo el señor Manguera-. Quiero verlo en mi oficina cuando termine el programa.
-Oh, desde luego -dijo el Doctor destilando el sarcasmo, lo cual, sin embargo, pasó desapercibido.
El programa comenzó. El Doctor y Dona encontraron las noticias y su tratamiento de lo más sui generis, justo como el resto de los peculiares personajes que habían encontrado en ese lugar. El Doctor se frotaba la nariz a cada momento y Donna hacía un enorme esfuerzo por no reír casi cada vez que Tulio abría la boca.
Durante las pausas comerciales, Donna seguía tratando de convencer al Doctor que aceptara, si no el documental, al menos la entrevista.
-Con lo serio es el noticiario en realidad -le decía- es muy posible que nadie les crea.
-No sé, Donna. También es posible que el resto de los habitantes de este lugar sean así.
-Con todo, creo que usted aún no descarta la idea del todo.
El Doctor alzó una ceja.
-¿Ah?
-Seguimos aquí, ¿no?
Antes de que el Doctor pudiera responder que eso era porque ella había insistido, comenzó el último bloque del programa, así que tuvieron que volver a guardar silencio mientras se presentaba la sección del Ranking Musical.
No mucho después, finalmente terminó todo.
-¿Por qué se llama 31 minutos si duró 29?-preguntó el Doctor mientras los créditos finales deslizarse por la pantalla de control.
-Quizá sólo se oía bien -dijo Donna-. ¿Ya meditó su decisión?
-No hay nada que meditar: mi respuesta sigue siendo no -respondió el Doctor más bien en dirección a Tulio, quien ya se acercaba micrófono en mano y jalando a un camarógrafo con todo y cámara.
-P-pero... ¡piense en el bien que la realización de este documenta haría a mi carrera de periodista!-dijo Tulio.
-El universo no gira a tu alrededor -replicó el Doctor.
-¿Ah?-exclamó Tulio indignado-. ¡Pero claro que sí!
-No, no lo hace -repitió el Doctor algo cansadamente.
Donna reprimió una sonrisa mientras pensaba que seguramente el Doctor no sólo pensaba que el universo no giraba alrededor de Tulio, sino que lo hacía alrededor de él.
-Donna, ¿cómo hiciste eso?
-¿Qué cosa?
-Lo de... -el Doctor suspiró y se rascó la cabeza-. No importa, ya nos vamos de todas formas.
Con esto, se dirigió hacia donde había dejado la Tardis. Donna lo siguió. Tulio, el camarógrafo y el resto del staff los siguieron.
No obstante, cuando llegaron al rincón, descubrieron que la nave del Doctor había desaparecido.
-¡Rápido! ¡Alguien ponga música dramática!-gritó Bodoque.
-Esto definitivamente no lo vi venir -dijo Tulio.
El Doctor se frotó el rostro con la mano mucho más vigorosamente que antes.
-Dejen de jugar y díganme dónde está mi Tardis.
-¿Qué está implicando usted con eso?-preguntó Tulio.
-Que esta es su manera de obligarles a darles su entrevista.
Una exclamación de indignación colectiva se dejó escuchar.
-¡Claro que no!-dijo Tulio-. ¿Qué clase de ética profesional cree usted que tiene este noticiario?
El Doctor se negó a responder a eso para preservar lo que le quedaba de dignidad.
-Donna...
-Oh, lo siento -respondió ella-. Una vez que se le agarra el gusto...
-La verdad es que no sabemos dónde se encuentra su nave -dijo Juanín acercándose lentamente y frotándose las manos-. Pero estamos dispuestos a ayudar a buscarla, ¿verdad, muchachos?
Se escuchó un '¡sí!' colectivo.
-¡Ya lo creo que sí!-dijo Tulio-. A cambio de la entrevista.
-¡Tulio!-dijo Bodoque.
-¡Tío Tulio!-dijo atana.
El Doctor volvió a apretarse el puente de la nariz.
Donna volvió a tratar de evitar reír.
En ese momento, cayó del cielo un pequeño bulto negro que se impactó contra el suelo con fuerza, y que sin embargo no tardó en ponerse de pie (es un decir) revelando tanto su identidad como su propósito.
-¡Miren! ¡Es Calcetín con Rombos Man!-exclamó Tulio señalándolo.
-¿De dónde salió ese solo de guitarra? -preguntó el Doctor.
-¿Qué es?
-¡Soy un superhéroe!-dijo Calcetín con Rombos Man a la vez que se subía volando al hombro del Doctor-. Vamos, lo ayudaré a encontrar su nave.
-¿A cambio de qué? -preguntó el Doctor.
-¡De nada! Como ya había dicho, soy un superhéroe. Además -llegado a este punto, Calcetín con Rombos Man brincó a un pequeño podio con micrófonos antes de continuar:- Todos los Señores del Tiempo tienen derecho a tener su propia Tardis, acrónimo que en español quiere decir Tiempo y Dimensiones Relativas En El Espacio -. Todos los títeres aplaudieron ante lo que dijo Calcetín con Rombos Man, quien respondió con reverencias-. Gracias, gracias.
Donna escondió la cara contra el hombro del Doctor para no soltar una carcajada mientras que este, en cambio, no parecía nada divertido. Al final, no obstante, aceptó la ayuda de Calcetín con Rombos Man, quien volvió a su hombro y lo guió por todos los rincones del estudio buscando la famosa nave espacial. El resto del staff del noticiero los siguió de todas maneras.
No tardaron en encontrar la perdida caja azul al fondo del estacionamiento del canal, en donde se confundía con una hilera de baños portátiles. Y sin embargo sobresalía porque los baños eran verdes.
-Déjame adivinar -dijo Dona-: estos baños tienen algo que ver con los duendes que mencionaron al principio.
-Los duendes se encargan del mantenimiento, sí -dijo Patana.
-Y están de vacaciones...-masculló el Doctor.
Él y Donna hicieron un gesto al unísono, pero siguieron acercándose.
Estaban ya a unos pocos metros cuando se abrió la puerta y asomó la cabeza del Tío Pelado.
-¿No podían esperar a que aprendiera a manejar esta cosa antes de descubrirme?-preguntó.
-¿Quién es ese?-preguntó el Doctor, ligeramente ofendido porque habían llamado 'cosa' a su Tardis.
-Es el Tío Pelado, el criminal más buscado del país y nuestro villano residente -explicó Bodoque.
-Genial -dijo el Doctor-. Por otro lado, considerando todo, no debería ser difícil de neutralizar. ¿Qué poderes tiene?
-Es. ¿Calvo?-ofreció alguien.
-¿Tiene una risa horrorosa?-dijo alguien más.
-Esto será más fácil de lo que pensaba.
El Doctor dio un paso más al frente, pero el tío Pelado gritó:
-¡Alto ahí! ¡O me obligarán a usar mi arma secreta!-acto seguido, el Tío Pelado arrastró del interior de la Tardis a una figura atada de pies a cabeza con una gruesa cuerda que usaba un sombrero de copa y murmuraba:
-Mi shooooow...
Todos los títeres ahogaron un grito.
-¡Dante Torobolino! ¡El maguito explosivo!
-¿Ah? -preguntó el Doctor.
-¡Voy a hacerlos explotar a todos! -rió malignamente.
-¡Malvado!-gritó Tulio-. ¿Qué pretendes?
-Me alegra que lo preguntes -dijo el tío Pelado-. Pretendo regresar en el tiempo a un momento antes de que ustedes me descubrieran como un agente del mal, detenerlos y salvar mi reputación para así poder seguir haciendo maldades tras bambalinas. Y si eso falla, me haré pasar por el gemelo bueno que había estado encerrado en un baúl y seguiré haciendo maldades tras bambalinas mientras mi otro yo está en la cárcel -volvió a reír malignamente.
-No puedes hacer eso -dijo el Doctor-. En primer lugar, es imposible cambiar lo que ya sucedio; en segundo lugar, dos versiones del mismo individuo en el mismo lugar ponen en riesgo la tela misma de la existencia y, en tercer lugar, la Tardis no es tan sencilla de aprender a manejar.
-Que se lo digan a él -murmuró Donna.
-¡Son mentiras!-dijo el tío Pelado-. ¡Sólo quieren detenerme!
-Bueno, duh -dijo el Doctor-. Pero no son mentiras.
-Exijo que venga y me enseñe a utilizarla o ¡los haré volar a todos!
-Doctor, ¿no puede desactivar a Dante Torobolino con su destornillador sónico?-preguntó Bodoque.
-Es un ser orgánico, ¿cómo voy a...?
-Si usted no va a hacerlo -dijo Tulio-, ¡lo haré yo!
Acto seguido, el conductor principal del noticiario más confiable de la televisión sacó el destornillador sónico del bolsillo del Doctor y lo manipuó en dirección de Dante Torobolino. Lo hizo con tanta rapidez que, para cuando el Doctor reaccionó, de dirección del maguito explosivo se escuchó un suave tronido y cayó al suelo.
El Doctor se quedó con la boca abierta por un momento antes de reaccionar arrebatando el destornillador sónico de manos de Tulio.
-Después hablo contigo -le dijo mientras se dirigía a la Tardis.
-En entrevista exclusiva, espero -respondió Tulio.
El Doctor sólo giró los ojos.
Mientras tanto, el Tío Pelado, tras mirar consternado al maguito ahora-ya-no-explosivo por un momento, había vuelto a meterse a la caja azul y cerrado la puerta.
-Te apuesto a que no contabas con... -se palpó todos los bolsillos-. Estoy seguro de que estaba... ¡Ah, aquí!-exclamó a la vez que sacaba una pequeña llave y la mostraba en el aire. Acto seguido, la metió en el cerrojo y abrió la puerta.
El Doctor entró a la Tardis y, menos de un minuto después, la figura del tío Pelado salía volando por la puerta y se impactaba contra el concreto del pavimiento, justo a los pies (es un decir) de Calcetín con Rombos Man.
-Excelente trabajo, Doctor -dijo Calcetín con Rombos Man-. Yo me encargo a partir de aquí.
Con esto, Calcetín con Rombos Man emprendió el vuelo y se alejó llevando consigo al Tío Pelado. De alguna manera.
El Doctor, con cara de querer golpear su cabeza contra alguna pared, le repitó a Donna por milésima vez que debían irse. Ella finalmente se apiadó de él, se despidió de todos, con especial cariño de Patana, pues le había parecido una chica de lo más agradable, responsable y trabajadora...
-Patana...
-Todos lo hacen, tío Tulio...
-Eso no es excusa, sobrina.
-Bueno, nosotros nos vamos por fin. Tengan un bonito día -dijo el Doctor.
-Cuídense mucho -dijo Donna.
-Regresen pronto -dijo Juanín.
-Oh, desde luego -dijo el Doctor mientras cerraba la puerta.
Así, la Tardis no tardó en desaparecer en medio de los mismos ruidos extraños de siempre.
-¡Y no conseguimos la entrevista!-gimió Tulio dramáticamente.
-Oh, yo no estaría tan seguro de eso -dijo Bodoque.
-¿A qué te refieres?
-La cámara estuvo grabando todo este tiempo -dijo el camarógrafo.
Hubo un momento de silencio.
-¡Oooooooh! ¡Soy un genio!-exclamó Tulio -. Jamás le dije que apagara la cámara -clarificó cuando todos voltearon a verlo-. ¡Ahora tenemos nuestro documental! Sólo falta editarlo y poner mi voz en off narrando toda la odisea.
-Era obvio que iba a quedarse con todo el crédito -dijo Bodoque.
-Pero fue muy divertido -dijo Patana.
-Y provechoso -dijo Tulio casi desde la entrada del cuarto de edición.
-La vida del periodista es realmente emocionante -dijo Juanín, suspirando alegremente-. Me pregunto si alguna vez tendremos una aventura similar.
-¡Espero que no hasta que no pase el éxito de esta!-gritó Tulio desde la ventanita del cuarto de edición.
-Oh, sería tan kármico que de pronto comenzaran a llegar más extraterrestres -dijo Bodoque-, como robots gigantes o dinosaurios del espacio.
Justo en ese momento, un rayo de luz curzó el horizonte y, poco después, se dejó ver y sentir el fuerte impacto de un cuerpo enorme contra la tierra.
Los intrépidos reporteros intercambiaron miradas.
-¡Vamos!-dijeron al mismo tiempo.
-¿No deberíamos decirle a Tulio?-preguntó Juanín.
-No te preocupes por él -dijo Bodoque-, está ocupado editando su documental.
-Oh. Está bien.
Una vez terminado este intercambio y tras conseguir una cámara propia, la mayor parte del staff de 31 Minutos se apresuró al lugar del impacto, felices y ansiosos por averiguar qué les esperaba.
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