The Cookie Fairy (
alcesverdes) wrote2009-06-04 11:42 am
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[Crossover] Good Omens / Howl's Moving Castle
Título: Se aprende haciendo
Fandom: Good Omens / Howl's Moving Castle
Personajes/Parejas: Crowley, Aziraphale, How(el)l
Rating: PG
Palabras: 2200
Resumen: Crowley y Aziraphale insisten en que son la causa de todo.
Spoilers: Si han leído ambos libros, estarán bien o/
Notas de autor: Soy consciente de que la introducción puede aplicarse a multitud de personajes. Si alguien más quiere utilizarla, adelante. \o\;;
Rasgar --o incluso sólo levantar-- el velo que se encuentra entre las distintas dimensiones (paralelas, perpendiculares e incluso tangenciales) está más bien fuera del alcance de los milagros que pueden realizar los seres de material angélico que expresamente prohibido para ellos, aunque sí se sugiere que se evite dentro de lo posible.
Aziraphale, desde luego, tiene la recomendación muy en cuenta.
Sin embargo, el viaje entre dimensiones no es del todo imposible: un mortal sería capaz de cruzar dimensiones y, siendo la criatura favorita del Señor (idea que hace a Crowley levantar no una sino las dos cejas), sufrir o no la ira divina de acuerdo a sus acciones subsecuentes asumiendo que descubra cómo hacerlo.
O que alguien se tome la molestia de enseñarle.
°
Crowley está aburrido y quiere ir a tentar a alguien, pero no al primero que le pase enfrente, no; ese día, Anthony Crowley tiene ganas de ir a tentar a un alguien a quien no le moleste coquetear con las innumerables tragedias que se pueden derivar de la creación de puertas en las paredes interdimensionales. Ya lo había hecho antes; los intelectuales de la Atlántida e Isaac Newton eran dos de sus más grandes éxitos. Aunque aún no se acababa de explicar cómo se colaron en el cuento aquel par de chiquillas japonesas --primero la abuela y luego la nieta-- cuyas intervenciones tuvieron el fin último de acabar con una bellísima y cruenta guerra. Aunque Crowley pudo conservar sus recomendaciones gracias a que ese reporte se había perdido inexplicablemente antes de llegar Abajo.
Para los actuales propósitos del demonio, teóricamente hablando cualquier ser humano sirve, pero siempre es mucho más sencillo trabajar con uno que ya tenga la inclinación hacia lo sobrenatural, en especial porque para Crowley en el fondo la faena no pasa de ser un antojo con visos de travesura: esta vez no pretende acabar con algún imperio o comenzar algún genocidio --aunque, daños colaterales bienvenidos sean-- sino que simplemente no tiene otra cosa, mejor o peor, programada en su agenda.
Así, Crowley se sube al Bentley y recorre calles y avenidas. Deja al auto andar a su aire ya que él está concentrado en localizar a un mortal cuya aura esté ya contaminada con partículas de lo que ellos llaman magia.
No mucho tiempo más tarde, Crowley encuentra el éxito en forma de un joven de pie frente a un escaparate, a todas luces más interesado en examinar su reflejo que en los aparatos del otro lado del vidrio. El demonio tiene que admitir que esa evidente vanidad tiene bases: para ser humano, no es para nada de mal ver.
Ahora bien, un pecado mortal tan claro como el agua además de una inclinación hacia el ocultismo es una combinación que Crowley no debería dejar pasar.
Y no lo hace.
De inmediato va a conseguirse dónde aparcar el Bentley. El hecho que el lugar al que le echa el ojo está ocupado ya es lo de menos.
°
Howell --nombre un tanto blando, como Crowley ni siquiera se molesta en evitar remarcar-- es un académico galés que está pasando un par de semanas de vacaciones en Londres. Dos semanas es poco tiempo, pero Crowley de todas formas decide tomarlo como alumno; después de todo, saber las cosas a medias es mucho peor que saberlas completas.
Ahora, lo único que falta es convencer al chico de que brincar entre dimensiones es mucho más emocionante y ofrece más recompensas que pasar las noches en bares buscando mujeres. U hombres. Para el caso da lo mismo y al demonio no le importa realmente.
°
Tres días más tarde, Howell levanta la cabeza del antiguo manuscrito y le confiesa a Crowley la verdad de su estancia en Londres: el humano espera que pase un tiempo para que la tía de una de sus ex-novias olvide su existencia.
Crowley sigue pensando que eligió al discípulo perfecto.
°
Howell, además de vanidoso, es brillante. En una semana y media ha dominado perfectamente la teoría del traslado interdimensional, lo cual lo hace enorgullecerse de sí mismo aún más.
Crowley se anota un puntaje doble.
Sin embargo, no todo puede ser felicidad completa, y justo cuando Howell abre orgulloso su primer portal, un cierto ángel aparece --de manera literal, muy posiblemente-- frente a la puerta del apartamento del demonio cargando un pastel de carne y dos botellas de vino tinto.
-Hace tiempo que no sé nada de ti, querido -dice Aziraphale cuando Crowley finalmente le abre después de hacer señas desesperadas su alumno para que cierre el portal y se esconda-, y las cosas han estado muy tranquilas estos días. Así que pensé en venir a verte y averiguar si no estás planeando nada demasiado... demasiado tú.
-Um. No, la verdad no he hecho nada en estos días -dice Crowley con una de sus más adorables sonrisas en su rostro-. Sólo una pequeña investigación sobre los uh, videojuegos.
Mientras dice eso, Crowley mueve su mano y hace aparecer en un rincón, por arte de milagro, un televisor enorme, una consola y varios cartuchos.
Aziraphale frunce el ceño.
-¿Estás seguro? Escuché por ahí que tienes a un joven mortal viviendo aquí.
En los labios de Crowley se forma una 'o'.
-Aquí no hay ningún mortal -dice.
-Lo vi entrar al edificio hoy en la mañana cargando bolsas del supermercado.
Otra 'o'.
-Es sólo mi asesor de videojuegos -comienza a explicar el demonio-. Me ayuda a entrar en la atmósfera en que los humanos suelen jugarlos y me trajo los tentenpiés apropiados, pero ya no está...
-No lo he visto salir.
-Debe haberse quedado con alguna vecina...
Aziraphale se yergue y logra que el gesto se vea imperioso a pesar del tweed, el pastel y el vino.
-Crowley, es mi deber hacer todo lo posible por salvar esa pobre alma de tus garras. ¡Déjame entrar!
-Ángel, no te pongas celoso...
-¿Celoso? ¡Es celo profesional en todo caso! Entraré a hablar con él; tal vez logre hacerlo recapacitar sobre ciertas amistades.
Detrás de sus lentes oscuros, el demonio gira los ojos al cielo raso.
-¿No puedes esperar a que salga? ¡Esta es mi casa!
-¡Y por lo tanto no hay peor antro de vicio!
Crowley desliza su mano por debajo de sus lentes oscuros y aprieta el puente de su nariz. La situación amenaza con pasar a las manos y no hay nada peor que un ángel violento, en especial cuando a simple vista no parece serlo. Y aún más particularmente cuando se trata de Aziraphale; es decir, en el fondo hay un buen motivo por el que le dieron una espada flamígera para guardar una de las puertas del Jardín del Edén. Por otro lado, Howell ya tuvo el tiempo suficiente para esconderse y cerrar el portal, así que Crowley se quita del medio y deja pasar a Aziraphale.
El ángel, sin decir palabra, entra en el apartamento, deja su carga en una mesita y acto seguido voltea a ver a Crowley. La expresión indescrifrable de su rostro lo hace verse más temible que nunca.
El demonio pela los dientes en dirección a su contraparte. Sabe que está en problemas.
Su discípulo, efectivamente, se escondió, pero el muy inútil lo hizo entrando en el portal, el cual había creado con la puerta del armario y que dejó abierto y a plena vista.
~*~
Aziraphale está más que molesto. Más que furioso. Está lleno de indignación celestial desde la punta de las plumas hasta los dedos de los pies.
¿Cómo es que Crowley se ha atrevido a hacer algo como... como esto?
Cierto que, por un lado, era Crowley y, por el otro, era un demonio, pero... ¡Oh, si Aziraphale llevara consigo su espada en ese momento...! Pero no la lleva, así que habrá que resolver el problema de otra forma.
°
Quince minutos más tarde, el ángel y el demonio cruzan parajes desconocidos que sin embargo son muy similares a la campiña inglesa.
-¿Dónde estamos? -pregunta Aziraphale, seco.
-No lo sé -responde Crowley, quien al menos tuvo la vergüenza de hacerlo con humildad-. A decir verdad, sólo le di las herramientas y dejé que hiciera lo que quisiera.
-Aún no puedo creer que tuvieras las agallas de romper una de las reglas más importantes...
-¡Oye! No está realmente prohibido instruir a un mortal...
Aziraphale mira a Crowley y la voz del demonio se desvanece hasta confundirse con el viento.
-...para los míos -es lo último que es audible entre ellos por un rato.
°
-Disculpe, querida señora, ¿podría decirnos cómo se llama esta ciudad?-pregunta Aziraphale bastantes horas de camino después.
La mujer, robusta y digna como sólo una matrona puede serlo, ladea ligeramente la cabeza hacia la derecha antes de responder:
-Market Chipping.
Aziraphale asiente y procede a describir a la más reciente víctima de Crowley, repitiendo las palabras del demonio, puesto que el ángel aún no ha tenido la oportunidad de verlo con sus propios ojos, pero no dejará que el otro tome la batuta de la conversación. Ni de nada.
-¿Lo ha visto pasar por aquí?
La mujer ladea la cabeza hacia el otro lado.
-No, no lo he visto. Pero siempre hay mucha gente yendo y viniendo. Deberían preguntar en el mercado.
Aziraphale y Crowley siguen el consejo de la buena mujer.
Hay muchas personas en el mercado pero, Aziraphale, fiel a su deber, se acerca a cada una de ellas y las interroga. Nadie ha visto al pobre muchacho.
°
-Deberíamos regresar -dice Crowley algunas horas después. Se escucha aburrido.
Aziraphale mira al demonio con desdén.
-No.
-Howell ya regresará. Eventualmente.
Aziraphale siente como si Crowley se refiriera a un perro o un gato extraviado, pero prefiere no comentar al respecto. En su lugar, dice:
-Seguiremos buscando.
-Ángel -dice Crowley utilizando esa denominación por primera vez desde que salieron de su apartamento -, ¿has notado que este universo parece un cuento de hadas?
Aziraphale se ha dado cuenta, por supuesto. La arquitectura, la ropa, todo era como a principios del siglo XIX de la Europa que conocía, pero había algo más en el ambiente. Algo más... mágico. Casi como el aire que rodeaba a aquel adorable chico Hans, a quien Aziraphale conoció cuando autografió su libro en aquel viaje a Dinamarca.
-Quizá Howel quiera quedarse aquí -continúa Crowley-. Es decir, los mortales leen y escriben estas cosas como escapismo, ¿qué tal si quiere escapar de verdad? -se rasca la sien-. Créeme que no era la persona más confrontacional del mundo.
Aiziraphale mira al demonio. Le pesa admitir que quizá tenga un punto y, a pesar de todo, es cuestión de ética profesional respetar el libre albedrío del muchacho; para algo el Señor se lo había dado. Además, siempre existe la posibilidad de que la Verdadera Naturaleza Humana (la inclinación para hacer el bien, claro) se manifestara en contra de las cosas que Crowley le había susurrado al oído para tentarlo. Después de todo, hasta ahora no ha hecho nada realmente grave. Al parecer.
Al cabo de unos momentos de sesuda reflexión, el ángel acepta volver a Londres, aunque amenaza a Crowley para que no cierre el portal; tiene planeado volver a aquella dimensión de tanto en tanto para monitorear a Howell. No puede evitar sentirse de alguna manera responsable.
°
No mucho después, Aziraphale descubre en qué anda Howell: se ha cambiado el nombre y estaba estudiando para convertirse de verdad en un mago, arte que los humanos en aquella dimensión han logrado dominar. Aún tiene la oportunidad de causar mucho bien.
-¿Ya puedo cerrar el portal? -pregunta Crowley-. No tienes idea de las cosas que se meten por ahí.
-Supongo que sí. De cualquier forma, parece Howell domina el pasaje entre dimensiones por sí mismo.
-Gracias, ángel. La semana pasada entró una estrella fugaz. ¡Y me habló!
-¿Le pediste un deseo?-pregunta Aziraphale por acto reflejo.
-Sí, le pedí que Howell fuera feliz, naturalmente -responde el demonio, sarcástico.
Aziraphale no puedo evitar sonreírse de esa manera que siempre arranca una mueca de la cara de Crowley.
-Está en un cuento de hadas, con seguridad enconrará su final feliz.
-A menos que se convierta en el villano de la historia -masculla Crowley en voz muy baja.
Para su desgracia, Aziraphale lo escucha.
-Cambié de opinión, Crowley: deja abierta esa puerta.
A eso, el demonio gruñe de una manera que hace que el ángel se sienta mejor consigo mismo.
Fandom: Good Omens / Howl's Moving Castle
Personajes/Parejas: Crowley, Aziraphale, How(el)l
Rating: PG
Palabras: 2200
Resumen: Crowley y Aziraphale insisten en que son la causa de todo.
Spoilers: Si han leído ambos libros, estarán bien o/
Notas de autor: Soy consciente de que la introducción puede aplicarse a multitud de personajes. Si alguien más quiere utilizarla, adelante. \o\;;
Rasgar --o incluso sólo levantar-- el velo que se encuentra entre las distintas dimensiones (paralelas, perpendiculares e incluso tangenciales) está más bien fuera del alcance de los milagros que pueden realizar los seres de material angélico que expresamente prohibido para ellos, aunque sí se sugiere que se evite dentro de lo posible.
Aziraphale, desde luego, tiene la recomendación muy en cuenta.
Sin embargo, el viaje entre dimensiones no es del todo imposible: un mortal sería capaz de cruzar dimensiones y, siendo la criatura favorita del Señor (idea que hace a Crowley levantar no una sino las dos cejas), sufrir o no la ira divina de acuerdo a sus acciones subsecuentes asumiendo que descubra cómo hacerlo.
O que alguien se tome la molestia de enseñarle.
°
Crowley está aburrido y quiere ir a tentar a alguien, pero no al primero que le pase enfrente, no; ese día, Anthony Crowley tiene ganas de ir a tentar a un alguien a quien no le moleste coquetear con las innumerables tragedias que se pueden derivar de la creación de puertas en las paredes interdimensionales. Ya lo había hecho antes; los intelectuales de la Atlántida e Isaac Newton eran dos de sus más grandes éxitos. Aunque aún no se acababa de explicar cómo se colaron en el cuento aquel par de chiquillas japonesas --primero la abuela y luego la nieta-- cuyas intervenciones tuvieron el fin último de acabar con una bellísima y cruenta guerra. Aunque Crowley pudo conservar sus recomendaciones gracias a que ese reporte se había perdido inexplicablemente antes de llegar Abajo.
Para los actuales propósitos del demonio, teóricamente hablando cualquier ser humano sirve, pero siempre es mucho más sencillo trabajar con uno que ya tenga la inclinación hacia lo sobrenatural, en especial porque para Crowley en el fondo la faena no pasa de ser un antojo con visos de travesura: esta vez no pretende acabar con algún imperio o comenzar algún genocidio --aunque, daños colaterales bienvenidos sean-- sino que simplemente no tiene otra cosa, mejor o peor, programada en su agenda.
Así, Crowley se sube al Bentley y recorre calles y avenidas. Deja al auto andar a su aire ya que él está concentrado en localizar a un mortal cuya aura esté ya contaminada con partículas de lo que ellos llaman magia.
No mucho tiempo más tarde, Crowley encuentra el éxito en forma de un joven de pie frente a un escaparate, a todas luces más interesado en examinar su reflejo que en los aparatos del otro lado del vidrio. El demonio tiene que admitir que esa evidente vanidad tiene bases: para ser humano, no es para nada de mal ver.
Ahora bien, un pecado mortal tan claro como el agua además de una inclinación hacia el ocultismo es una combinación que Crowley no debería dejar pasar.
Y no lo hace.
De inmediato va a conseguirse dónde aparcar el Bentley. El hecho que el lugar al que le echa el ojo está ocupado ya es lo de menos.
°
Howell --nombre un tanto blando, como Crowley ni siquiera se molesta en evitar remarcar-- es un académico galés que está pasando un par de semanas de vacaciones en Londres. Dos semanas es poco tiempo, pero Crowley de todas formas decide tomarlo como alumno; después de todo, saber las cosas a medias es mucho peor que saberlas completas.
Ahora, lo único que falta es convencer al chico de que brincar entre dimensiones es mucho más emocionante y ofrece más recompensas que pasar las noches en bares buscando mujeres. U hombres. Para el caso da lo mismo y al demonio no le importa realmente.
°
Tres días más tarde, Howell levanta la cabeza del antiguo manuscrito y le confiesa a Crowley la verdad de su estancia en Londres: el humano espera que pase un tiempo para que la tía de una de sus ex-novias olvide su existencia.
Crowley sigue pensando que eligió al discípulo perfecto.
°
Howell, además de vanidoso, es brillante. En una semana y media ha dominado perfectamente la teoría del traslado interdimensional, lo cual lo hace enorgullecerse de sí mismo aún más.
Crowley se anota un puntaje doble.
Sin embargo, no todo puede ser felicidad completa, y justo cuando Howell abre orgulloso su primer portal, un cierto ángel aparece --de manera literal, muy posiblemente-- frente a la puerta del apartamento del demonio cargando un pastel de carne y dos botellas de vino tinto.
-Hace tiempo que no sé nada de ti, querido -dice Aziraphale cuando Crowley finalmente le abre después de hacer señas desesperadas su alumno para que cierre el portal y se esconda-, y las cosas han estado muy tranquilas estos días. Así que pensé en venir a verte y averiguar si no estás planeando nada demasiado... demasiado tú.
-Um. No, la verdad no he hecho nada en estos días -dice Crowley con una de sus más adorables sonrisas en su rostro-. Sólo una pequeña investigación sobre los uh, videojuegos.
Mientras dice eso, Crowley mueve su mano y hace aparecer en un rincón, por arte de milagro, un televisor enorme, una consola y varios cartuchos.
Aziraphale frunce el ceño.
-¿Estás seguro? Escuché por ahí que tienes a un joven mortal viviendo aquí.
En los labios de Crowley se forma una 'o'.
-Aquí no hay ningún mortal -dice.
-Lo vi entrar al edificio hoy en la mañana cargando bolsas del supermercado.
Otra 'o'.
-Es sólo mi asesor de videojuegos -comienza a explicar el demonio-. Me ayuda a entrar en la atmósfera en que los humanos suelen jugarlos y me trajo los tentenpiés apropiados, pero ya no está...
-No lo he visto salir.
-Debe haberse quedado con alguna vecina...
Aziraphale se yergue y logra que el gesto se vea imperioso a pesar del tweed, el pastel y el vino.
-Crowley, es mi deber hacer todo lo posible por salvar esa pobre alma de tus garras. ¡Déjame entrar!
-Ángel, no te pongas celoso...
-¿Celoso? ¡Es celo profesional en todo caso! Entraré a hablar con él; tal vez logre hacerlo recapacitar sobre ciertas amistades.
Detrás de sus lentes oscuros, el demonio gira los ojos al cielo raso.
-¿No puedes esperar a que salga? ¡Esta es mi casa!
-¡Y por lo tanto no hay peor antro de vicio!
Crowley desliza su mano por debajo de sus lentes oscuros y aprieta el puente de su nariz. La situación amenaza con pasar a las manos y no hay nada peor que un ángel violento, en especial cuando a simple vista no parece serlo. Y aún más particularmente cuando se trata de Aziraphale; es decir, en el fondo hay un buen motivo por el que le dieron una espada flamígera para guardar una de las puertas del Jardín del Edén. Por otro lado, Howell ya tuvo el tiempo suficiente para esconderse y cerrar el portal, así que Crowley se quita del medio y deja pasar a Aziraphale.
El ángel, sin decir palabra, entra en el apartamento, deja su carga en una mesita y acto seguido voltea a ver a Crowley. La expresión indescrifrable de su rostro lo hace verse más temible que nunca.
El demonio pela los dientes en dirección a su contraparte. Sabe que está en problemas.
Su discípulo, efectivamente, se escondió, pero el muy inútil lo hizo entrando en el portal, el cual había creado con la puerta del armario y que dejó abierto y a plena vista.
~*~
Aziraphale está más que molesto. Más que furioso. Está lleno de indignación celestial desde la punta de las plumas hasta los dedos de los pies.
¿Cómo es que Crowley se ha atrevido a hacer algo como... como esto?
Cierto que, por un lado, era Crowley y, por el otro, era un demonio, pero... ¡Oh, si Aziraphale llevara consigo su espada en ese momento...! Pero no la lleva, así que habrá que resolver el problema de otra forma.
°
Quince minutos más tarde, el ángel y el demonio cruzan parajes desconocidos que sin embargo son muy similares a la campiña inglesa.
-¿Dónde estamos? -pregunta Aziraphale, seco.
-No lo sé -responde Crowley, quien al menos tuvo la vergüenza de hacerlo con humildad-. A decir verdad, sólo le di las herramientas y dejé que hiciera lo que quisiera.
-Aún no puedo creer que tuvieras las agallas de romper una de las reglas más importantes...
-¡Oye! No está realmente prohibido instruir a un mortal...
Aziraphale mira a Crowley y la voz del demonio se desvanece hasta confundirse con el viento.
-...para los míos -es lo último que es audible entre ellos por un rato.
°
-Disculpe, querida señora, ¿podría decirnos cómo se llama esta ciudad?-pregunta Aziraphale bastantes horas de camino después.
La mujer, robusta y digna como sólo una matrona puede serlo, ladea ligeramente la cabeza hacia la derecha antes de responder:
-Market Chipping.
Aziraphale asiente y procede a describir a la más reciente víctima de Crowley, repitiendo las palabras del demonio, puesto que el ángel aún no ha tenido la oportunidad de verlo con sus propios ojos, pero no dejará que el otro tome la batuta de la conversación. Ni de nada.
-¿Lo ha visto pasar por aquí?
La mujer ladea la cabeza hacia el otro lado.
-No, no lo he visto. Pero siempre hay mucha gente yendo y viniendo. Deberían preguntar en el mercado.
Aziraphale y Crowley siguen el consejo de la buena mujer.
Hay muchas personas en el mercado pero, Aziraphale, fiel a su deber, se acerca a cada una de ellas y las interroga. Nadie ha visto al pobre muchacho.
°
-Deberíamos regresar -dice Crowley algunas horas después. Se escucha aburrido.
Aziraphale mira al demonio con desdén.
-No.
-Howell ya regresará. Eventualmente.
Aziraphale siente como si Crowley se refiriera a un perro o un gato extraviado, pero prefiere no comentar al respecto. En su lugar, dice:
-Seguiremos buscando.
-Ángel -dice Crowley utilizando esa denominación por primera vez desde que salieron de su apartamento -, ¿has notado que este universo parece un cuento de hadas?
Aziraphale se ha dado cuenta, por supuesto. La arquitectura, la ropa, todo era como a principios del siglo XIX de la Europa que conocía, pero había algo más en el ambiente. Algo más... mágico. Casi como el aire que rodeaba a aquel adorable chico Hans, a quien Aziraphale conoció cuando autografió su libro en aquel viaje a Dinamarca.
-Quizá Howel quiera quedarse aquí -continúa Crowley-. Es decir, los mortales leen y escriben estas cosas como escapismo, ¿qué tal si quiere escapar de verdad? -se rasca la sien-. Créeme que no era la persona más confrontacional del mundo.
Aiziraphale mira al demonio. Le pesa admitir que quizá tenga un punto y, a pesar de todo, es cuestión de ética profesional respetar el libre albedrío del muchacho; para algo el Señor se lo había dado. Además, siempre existe la posibilidad de que la Verdadera Naturaleza Humana (la inclinación para hacer el bien, claro) se manifestara en contra de las cosas que Crowley le había susurrado al oído para tentarlo. Después de todo, hasta ahora no ha hecho nada realmente grave. Al parecer.
Al cabo de unos momentos de sesuda reflexión, el ángel acepta volver a Londres, aunque amenaza a Crowley para que no cierre el portal; tiene planeado volver a aquella dimensión de tanto en tanto para monitorear a Howell. No puede evitar sentirse de alguna manera responsable.
°
No mucho después, Aziraphale descubre en qué anda Howell: se ha cambiado el nombre y estaba estudiando para convertirse de verdad en un mago, arte que los humanos en aquella dimensión han logrado dominar. Aún tiene la oportunidad de causar mucho bien.
-¿Ya puedo cerrar el portal? -pregunta Crowley-. No tienes idea de las cosas que se meten por ahí.
-Supongo que sí. De cualquier forma, parece Howell domina el pasaje entre dimensiones por sí mismo.
-Gracias, ángel. La semana pasada entró una estrella fugaz. ¡Y me habló!
-¿Le pediste un deseo?-pregunta Aziraphale por acto reflejo.
-Sí, le pedí que Howell fuera feliz, naturalmente -responde el demonio, sarcástico.
Aziraphale no puedo evitar sonreírse de esa manera que siempre arranca una mueca de la cara de Crowley.
-Está en un cuento de hadas, con seguridad enconrará su final feliz.
-A menos que se convierta en el villano de la historia -masculla Crowley en voz muy baja.
Para su desgracia, Aziraphale lo escucha.
-Cambié de opinión, Crowley: deja abierta esa puerta.
A eso, el demonio gruñe de una manera que hace que el ángel se sienta mejor consigo mismo.
no subject
no subject
(Anonymous) 2009-06-04 10:55 pm (UTC)(link)HAET.
Isaac sonríe.
BUT ILU :DDD