alcesverdes: Soapbox (Default)
The Cookie Fairy ([personal profile] alcesverdes) wrote2004-07-25 09:35 pm

Rosas

Titulo: Rosas.
Autor: Fújur Preux
Reto: #2 Weird Sisters Series :D
Raiting: PG
Resumen: Alguien va tras los huesitos de Harry Potter. Sí, ya sé que no es novedad; lo interesante reside en que el/la stalker en cuestión ha decidido hacer algo más que suspirar por el cicatrizado. HP/??
Comentarios: A pesar de que aparece la serpiente llamada Ethlinn Arach, lo presente no tiene nada qué ver con mis otros fics n.n



Harry abrió los ojos la mañana del sábado sólo para encontrar la figura borrosa de un botón de rosa roja a su lado, sobre la almohada, y este simple hecho bastó para despejarlo del todo. El chico de pelo negro se movió tan rápido como pudo para quitarla de ahí y lanzarla por la ventana. Suficientes burlas había recibido ya las primeras veces, cuando su subconsciente no estaba programado para ser el primero en despertar.

Hacía ya un mes que el hecho se repetía todas y cada una de las mañanas y Harry aún no descubría la identidad del remitente.

Todos los Gryffindor, de primero a séptimo, estaban enterados. Mas, por fortuna, los leones tenían un código de honor y morbo para esas cosas, por lo que el asunto se quedó dentro de su torre. Ni siquiera había escalado hasta McGonagall puesto que las rosas eran inofensivas, por más que Harry se rehusara a utilizar esa palabra en específico.

El adolescente estaba harto ya. No había nada peor que la incertidumbre, y como todos en el castillo eran potenciales sospechosos, vivía en medio de un terrible sentimiento de paranoia.

En varias ocasiones intentó quedarse despierto y sorprender al culpable, pero sólo consiguió un par de ojeras; la rosa aparecía únicamente cuando él estaba dormido. Se había cansado también de pedirle a su serpiente que vigilara; Ethlinn Arach era incapaz de quedarse despierta más de media hora después que apagaban las luces, y decía que le daba miedo que se quedara todo en silencio.

Hablar del asunto con Ron le daba mucha vergüenza, a pesar que era el único que no se había reído de él (en su cara, por lo menos). De cualquier forma, el prefecto hacía lo posible por descubrir a la chica que se colaba al dormitorio de los varones. Por desgracia, obtenía el mismo resultado que su amigo el pelinegro. Lo único que había sacado en claro era que se trataba de una Gryffindor, pues la Dama Gorda declaró en más de una ocasión, bajo juramento, que no había permitido entrar a ningún extraño en ningún momento, ni de día, ni de noche.

Al hablar con Hermione el nivel de vergüenza era ligeramente menor, pero ella se limitaba a escucharlo y a decirle que se dejara consentir. Con el tiempo, la persona que le enviaba la rosa tomaría un paso hacia adelante y se dejaría ver o le enviaría una nota firmada. O quizá se cansaría y encontrara alguien más a quien molestar, añadía Harry para sí.



-Buenos días, Caramelito-bostezó Ethlinn desde su terrario.

-Ethlinn, ¿quieres hacer el favor de no llamarme así?

-Pero si es de cariño...

-Ay, Eth.

-¿Te dejaron otra florecita?-
preguntó la serpiente, arrastrándose para salir del terrario.

-

-¿Y ya la tiraste otra vez?

-Sí.

-¿Por qué? Son bonitas y huelen rico.

-Ya te lo dije, Eth. No sé quien las envía.

-Y si las sigues tirando vas a hacer sentir mal a quien te las manda y ya no va a querer mandarte más y así nunca vas a saber quién es.

-Eth, ¿tú sabes algo?-
preguntó el parselmouth. Tomó al reptil por la base de la cabeza y lo miró a los ojos.

-¿Algo de qué?

-De quién manda las rosas.

-No. Pero yo también quiero saber quién es, por eso te digo que no las tires.

-Eth, ¿estás segura que no has escuchado entre los chicos nada al respecto?

-Lo único que he escuchado es que todos quieren saber quién es. Parvati dice que no necesariamente tiene que ser una alumna y Lavender dice que no necesariamente tiene que ser una chica y Dean dice que no necesariamente tiene que ser de la escuela y Seamus dice que no necesariamente tiene por qué ser humano y... ¿Caramelito? ¿Qué te pasa? ¿Por qué estás verde?






Cuando Harry entró al Gran Comedor, sin más compañía que Ethlinn enredada alrededor de su cuello, encontró sólo a Luna Lovegood. Tan pronto como lo vio, la Ravenclaw le hizo señas con una mano y así, pues, el pelinegro desayunó sentado junto a ella.

-¡Hola Harry! ¡Hola, Ethlinn!

-¡Hola, Luna! Caramelito, dile a Luna que le dije hola-pidió la serpiente, contoneándose frente a la chica.

-Ethlinn dice hola-suspiró Harry con un poco de fastidio.

-Es una serpiente adorable-comentó Luna mientras acariciaba con un dedo la cabeza de Ethlinn.

-¡Wheeee! ¡Soy adorable!

-Tranquila, Eth.

-Tú nunca me dices que soy adorable.

-Por que no lo eres.

-Sí lo soy. Luna lo dice.

-Ay, Eth.

-¿Ahora qué? ¿Sabes? Lo dices tan seguido que seguro ya es reflejo.

-Ay, Eth.

-¿Ya ves? Bueno, voy a ver si encuentro gnomos para desayunar. Al rato te busco en la biblioteca.

-Es sábado, no pienso ir a la biblioteca.

-¿No? Yo pensé que sí porque anoche te estabas quejando de que la señora que se hace gato les dejó mucha mucha mucha tarea para el lunes.

-¡Ay! ¡Es verdad!
-el parselmouth dejó caer su cara contra la mesa.

-¿Entonces sí te busco en la biblioteca?

-Ya vete a buscar tus gnomos
-fue la respuesta apagada por la madera que recibió la serpiente.

-Harry, ¿estás bien?-preguntó Luna con sincera preocupación cuando el reptil por fin se fue.

-Ethlinn me recordó que tengo mucha tarea pendiente para Transfiguración.

-Debe ser interesante tener una agenda viva.

-Sí, mucho-gruñó Harry, aún sin levantar la cabeza.

-Yo también tengo una tarea pendiente, pero es de Pociones. ¿Te molesta si voy contigo a la biblioteca?

-No, claro que no-suspiró de nueva cuenta el parselmouth.

Un par de horas después, Harry estaba aún comenzando su tarea de Transfiguraciones mientras que Luna había terminado ya la suya de Pociones. No obstante, la chica decidió quedarse, en parte para hacerle compañía al Gryffindor y en parte porque quería terminar de leer el nuevo número de The Quibbler en un ambiente de paz y silencio.

Los problemas de concentración de Harry se debían principalmente a todas las cosas que le daban vueltas en la cabeza y se peleaban por llamar su atención al mismo tiempo: la rosa diaria, la guerra, el misterioso remitente de la rosa, Voldemort, el no poder pasar una noche tranquila por el temor de no ser el primero en despertar, los Death Eaters y, por último, la tarea de Transfiguración.

Si al menos supiera quién ponía las rosas en su almohada y por qué...

Bueno, en realidad, el por qué era bastante obvio.

Aunque, también cabía la posibilidad de que fuera sólo una broma, en cuyo caso tal vez Dean tuviera razón y no fuera alguien de la escuela. Es decir, podrían ser Fred y George tratando de probar alguno de sus productos, o incluso actuando por amor al arte. De cualquier forma, no tendría caso escribir para preguntarles porque con seguridad lo negarían todo.

Al mismo tiempo, era tonto perder tiempo con algo que, siendo sinceros, no era tan importante como la guerra. En la cual, por cierto, no podía participar, ni él ni ningún otro miembro de la Armada, porque Dumbledore decía que eran muy jóvenes.

Sí, muy jóvenes.

¿Acaso Dumbledore olvidó qué edad tenía él cuando derrotó a Voldemort la primera vez?

Cierto que ni siquiera sabía cómo lo hizo, pero tampoco negaba el hecho.

Y aún así, a pesar de La Profecía, que decía muy claramente que Voldemort debía morir por su mano (al final eligió interpretarla de esa forma), era muy joven para entrar al campo de batalla.

Era joven y debía estar en la escuela, haciendo su tarea de Transfiguración.

Harry tomó la pluma, la entintó de nueva cuenta y miró el pergamino.

Sí, debía estar haciendo su tarea.

Y mientras tanto recibía diariamente rosas de parte de extraños, lo cual era tan irritante como no poder participar en la guerra...





Cuando Harry por fin logró escribir la primera línea de su ensayo, detectó con el rabillo del ojo un movimiento sospechoso. Volteó hacia Luna sólo para corroborar sus sospechas: su serpiente se había enrollado sobre la cabeza de la chica, acomodándose a modo de sombrero.

-¡Ethlinn!

-Me quedo con Luna porque no te quiero interrumpir. Tú sigue con tu tarea
-respondió el reptil mientras colocaba su cabeza de forma que le permitía leer The Quibbler por encima del hombro de la Ravenclaw.

-No te preocupes, no me molesta-sonrió Luna, que había interpretado correctamente la expresión en el rostro del Gryffindor.

Así, pues, a Harry no le quedó más remedio que volver a sus cavilaciones. Esta vez se esforzó más en concentrarse en su tarea, misma que terminó tres horas después, tiempo en que Luna y Ethlinn terminaron ese ejemplar de The Quibbler y otros tres atrasados.





-¡Harry! ¿Dónde estabas?-preguntó Ron cuando su amigo por fin apareció en la Sala Común. El pelirrojo había pasado el tiempo después del desayuno sentado frente a la chimenea, dándole vueltas al asunto de las rosas; encontrar al culpable se había terminado por convertir en una cuestión de orgullo personal.

-En la biblioteca haciendo la tarea de Transfiguración-confesó Harry.

-¿Hiciste ya tu tarea?-terció Hermione, sorprendida.

-Sí-Harry levantó el pergamino para que la prefecto lo viera.

Hermione le sonrió convirtiéndose en la viva imagen del orgullo maternal, y después le dirigió una mirada furibunda a Ron, aunque este fingió no haberlo notado.





Harry abrió los ojos la mañana del domingo para encontrar la figura borrosa de una rosa en botón. Siguiendo la rutina acostumbrada, alargó la mano para luego arrojarla por la ventana, pero se encontró con algo que no esa tan acostumbrado: la textura no era la misma. El chico se puso los lentes y vio que en esta ocasión la rosa y el tallo estaban secos y quebradizos. Había otra cosa además: debajo de la rosa dejaron también un trozo de pergamino doblado. Con la esperanza de descubrir al culpable, aunque fuera sólo con base en un análisis grafológico, abrió la nota.

Lamentablemente, no sólo no tenía firma, sino que la hicieron con letras recortadas de El Profeta.

"Puedo vivir sabiendo que estando tan cerca, estás tan lejos.
Puedo vivir sabiendo que lo nuestro es cercano a lo imposible.
Puedo vivir sabiendo que mis rosas son siempre arrojadas por la ventana.
Pero no sé si pueda vivir viendo cómo coqueteas con dos chicas al mismo tiempo.
Bastante es con que tenga que sufrir yo. Eso está bien, porque no sabes mi nombre y, como no me atrevo a decirlo, no tienes oportunidad de aliviar mi dolor.
Pero no juegues con ellas a sabiendas. Si así ha de ser, elige a una.
Pero sólo una.
No me decepciones."


-¿Qué... sarta de tonterías es esta?-se preguntó el chico dejándose caer sobre la cama.

-¡Eth!¡Despierta! ¡Eth! ¡Ethlinn!

-¿Eh? ¿Qué? ¿Quién? Ah, eres tú, Caramelito
-la serpiente bostezó-.Estaba soñando algo muy raro: tenías barba y eras amigo de una cobra rey y también del profesor de cocina y...

-Deja eso para después; necesito que hagas algo-
la interrumpió el parselmouth, que no le había puesto atención a nada de lo dicho por el reptil.

Ethlinn lo miró como si recién hubiera llegado de otro planeta.

-¿Sabes? Se siente muy feo que te despierten así a sacudidas y que luego te interrumpan cuando estás contando el sueño más raro que has tenido y...

Harry se pasó la mano por la cara.

-Ethlinn, obedece primero y luego me cuentas tu sueño.

-Nop
-dijo la serpiente sencillamente y apoyó su cabeza contra sus anillos.

-¿Por qué no?-gruñó Harry.

-Porque ya se me olvidó qué soñé. Ahora, ¿qué querías que hiciera?

El chico apretó la mandíbula y le dirigió a Ethlinn una mirada furibunda, preguntándose por milésima vez por qué no abandonaba a esa serpiente en el Bosque Prohibido cerca de la guarida de Aragog. O por qué no se la enviaba a Voldemort: con seguridad lo haría desatinar tanto que perdería toda concentración y aumentaría sus posibilidades de perder la guerra.

Vamos, soñar no estaba prohibido y Ethlinn era así de desesperante.

-Eth, quiero que huelas esta nota y me digas quién, además de mí, la ha sostenido.

-¿Que la huela y te diga quién la trajo?

-Exacto.

-Oye, es una buena idea. ¿Por qué no se te había ocurrido antes?

-Cállate y huele.

-Voy, voy.

La serpiente acercó su cabeza al pergamino, utilizó su lengua para captar las moléculas de olor que lo impregnaban y aprovechó para leerlo.

-Oye, ¿con quién jugaste ayer que no me di cuenta a pesar de que pasé todo el día contigo?

-Con nadie. Eso es lo extraño. Entre otras cosas. Ahora dime a quién huele.

-Además de a ti, a nadie...

-¡Eso no puede ser! ¡Alguien debió dejarla aquí!

-A nadie que yo conozca
-Ethlinn miró fijamente a su amo-Deberías aprender a dejar de interrumpirme cuando hablo.

-Entonces captaste un olor.


Asentimiento.

-Sólo uno más.

-Humano.


Negación.

-¿No... es... humano?

Otra negación.

-Me huele como a elfo doméstico.





-Harry, tranquilízate-dijo Hermione mientras colocaba una mano en el hombro de su pálido amigo-. Es más probable que una alumna le haya pedido a algún elfo que le ayudara a que el mismo elfo lo hubiese hecho. Mira, la sintaxis es correcta.

-Harry, ¿por qué no utilizas a Ethlinn para encontrar al elfo doméstico responsable? Así podrás preguntarle quién le pidió que lo hiciera.

-No tengo ganas de ir a las cocinas...-dijo Harry desde la seguridad infantil que le proporcionaba enterrar la cara entre sus brazos.

-Entonces préstamela, iré yo.

Poco después, Ron Weasley, Gryffindor, se dirigía a las cocinas de la Escuela Hogwarts de Magia y Hechicería llevando a la serpiente constrictora conocida como Ethlinn Arach delante suyo con una correa como si de un perro rastreador se tratara. De forma diligente, el reptil guió al pelirrojo justo frente al elfo culpable, que no era otro que:

-¡Winky!

La elfina dio un salto de sorpresa que la dejó encarando al joven prefecto. En una mano sostenía una pequeña brocha llena de pegamento y en la otra una letra recortada del periódico.

Winky no quiso decir nada, pues había prometido no hacerlo, pero quedó claro pronto que al pegar las frases en la nueva nota, seguía las instrucciones escritas en un trozo de pergamino que tenía a su derecha, el cual hizo desaparecer antes que Ron pudiese leerlo. Mas al joven le bastó un breve vistazo para reconocer la caligrafía. De inmediato se dio la media vuelta y regresó corriendo a su Sala Común.

Le tomó media hora encontrar a su hermana menor con sus amigas en uno de los jardines.

A Ginny le tomó tres horas convencerlo de que sólo estaba ayudando a alguien más, alguien cuya caligrafía era tan mala que Winky no podía entenderla.

Llegó la noche y Ron no logró convencer a Ginny que le dijera el misterioso nombre. Antes, consiguió que lo amenazaran múltiples veces con petrificarlo si no sacaba su anormal y larga nariz de asuntos ajenos. Amenaza que se cumplió tan pronto como la jovencita pelirroja se asegurara que Hermione ya se había dormido.





Harry abrió los ojos la mañana del lunes para encontrar un botón de rosa seco y ninguna nota. Siguiendo con su costumbre, la tiró por la ventana. Al ser día de escuela, en el Gran Comedor se encontraban ya varios alumnos. Ron, entre ellos. El pelirrojo tenía los codos en la mesa, la cabeza sobre las manos y una expresión de abatimiento sobre el rostro.

-¿Ron? ¿Qué te pasó?

-Tengo una detención con Snape esta noche-fue todo lo que respondió el prefecto en un gemido continuado. No añadió nada más, por lo que Harry cambió el tema al que le interesaba:

-¿Averiguaste algo ayer?

-Sólo que es una amiga de Ginny.

-¿Quién?

-No quiso decírmelo.

-¿Por qué no le insististe?

-¡Lo hice!

-Eres su hermano; debiste haberte ablandado.

-¿Me creerías que fue al contrario?-bufó Ron.

-¿Qué? No, déjalo. Iré a preguntarle yo.

-Suerte.

Menos de treinta segundos después, Harry se sentaba al lado de la menor de los Weasley.

-No voy a decirte nada porque el secreto no es mío-dijo ella antes que él pudiera abrir la boca.

-¿Podrías al menos decirle que ya no envíe rosas?

-Lo he intentado varias veces, pero no me escucha. Creo que al único que escucharía es a ti.

-¿Y cómo voy a pedírselo si no sé quién es?

-Sí, esto es un callejón sin salida...-murmuró la pelirroja tras un segundo de silenciosa reflexión.

-Bien, eso lo decide todo-dijo Harry con determinación y poniéndose de pie.

-¿A dónde vas?

-Con McGonagall.

-¿Qué?-Ginny lo tomó del brazo y lo obligó a sentarse para añadir a su oído:-¡No puedes hacer eso!

-¿Por qué no? Si no hay otra forma de ponerle fin a esto...

-No, por favor espera. No hables con McGonagall. Lo intentaré de nuevo y te daré noticias durante el almuerzo.

Harry no tuvo más remedio que acceder a esta petición.

La mañana transcurrió con mucha lentitud, pero valió la pena, porque Ginny le dijo que el misterioso remitente accedió por fin a verlo el siguiente sábado, que era salida a Hogsmeade, debajo de un viejo roble que se encontraba a la mitad del camino y que les ofrecería discreta privacidad. Mientras llegaba el sábado cesarían las rosas, pero se reanudarían si Harry faltaba a la cita, y en lugar de sólo una, sería un ramo extragrande.

-Esto último-añadió Ginny-fue idea mía.

-Qué confianza me tienes.

Después de la semana más larga de la vida de Potter, por fin llegó el momento de aclarar el asunto y poner fin a uno de los episodios más estresantes y embarazosos de la vida del pelinegro. Que ya es mucho decir.

-¿Y por qué no puedo ir?-preguntó Ethlinn Arach.

-Pensé que eso quedaría claro incluso para ti, Eth. Tengo que ir solo.

-¿Y si es una trampa?

-No, no creo que sea una trampa. Ginny está involucrada...

-Yo no estaría tan segura. Con la suertecita que te cargas...

-Ethlinn, métete en tu terrario y quédate ahí hasta que regrese.

-Si te pasa algo, luego no digas que no te lo advertí
-gruñó la serpiente, obedeciendo muy a su pesar.

-Sí, Eth, gracias-suspiró el parselmouth mientras salía de la habitación, agradecido muy a su pesar.





Hecho un manojo de nervios, Harry llegó a la hora exacta al árbol indicado. Se recargó contra el tronco, mirando a su alrededor, esperando a que alguien llegara.

Pasaron diez minutos.

Harry se cruzó de brazos. Tal vez debió haber llevado un libro o algo.

Media hora más tarde, deploró que no se tratara de una trampa; los Death Eaters para eso sí eran puntuales.

Comenzó a hacer figuras con el pie. Volteó hacia el suelo para verlas y entonces se dio cuenta que había pisadas que iban y venían alrededor del árbol y con dirección hacia el camino principal al pueblo. Y fue sólo entonces que se dio cuenta que había algo colgando debajo de una de las ramas más bajas del roble. Era un sobre, y dentro del sobre, obviamente había una carta naturalmente hecha con letras recortadas de El Profeta.

"Si estás leyendo esto, es que sucumbí al pánico.
Lo lamento mucho, de verdad quería hablar contigo, pero... pero también tengo mucho miedo. Miedo, porque tengo la seguridad de que me rechazarás cuando me veas, y que me odiarás cuando sepas quién soy.
Eso no podría resistirlo.
Mejor... mejor dejar las cosas así...
Sólo quiero que sepas que te amo, que te he amado desde que te conozco y que siempre te amaré.
Ya no verás más rosas."






Esa noche, durante la cena, Harry se vio acosado por Ron, Hermione y Ethlinn.

-¿Dónde estuviste toda la tarde?

-Por ahí...

-¿Qué pasó?

-No más rosas.

-¿Y?

-¿Y?-repitió el pelinegro con voz inexpresiva.

-¿No vas a contarnos nada más?

Harry negó con la cabeza mientras con su mano derecha apretaba, dentro de un bolsillo de su túnica, un rollo de fotografía de marca muggle que había encontrado debajo de un arbusto a pocos metros de distancia del viejo roble.

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